LA LUCHA EN EL PLAN SALVÍFICO DE DIOS

“En el plan salvífico de mi amor, la lucha ocupa un lugar importante” (Palabra interior). 

La lucha que el Señor libra por nosotros y con nosotros contra los poderes de la oscuridad no sólo es ineludible, sino que hace parte del plan salvífico de su amor. Así como en el camino de seguimiento de Cristo es necesario emprender el combate espiritual para refrenar nuestras pasiones y resistir a las seducciones de este mundo, también es preciso luchar contra los ángeles caídos. En efecto, son ellos los que asedian al hombre, induciéndolo a caminos equivocados y tejiendo a su alrededor una red de mentiras.

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El servicio es la verdadera grandeza

Mt 20,20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le preguntó: “¿Qué quieres?” Respondió ella: “Manda que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.” Replicó Jesús: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?” Respondieron: “Sí, podemos.” Entonces les dijo: “Desde luego que beberéis mi copa. Pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mis manos concederlo. Será para quienes mi Padre lo tenga dispuesto.”

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“EL SEÑOR LUCHA DE VUESTRO LADO”

“Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla” (Sal 26,3).

Aunque los ejércitos que avanzan contra nosotros no sean visibles, no son menos reales que aquellos que se enfrentan en una guerra física. Estamos rodeados de enemigos invisibles, que quieren desviarnos del camino de la salvación y, si no lo consiguen, al menos procuran ponernos obstáculos. Esto es lo que describe el Apóstol San Pablo en la Carta a los Efesios:

“Nuestra lucha no es contra la sangre o la carne, sino (…) contra los espíritus malignos que están en los aires” (Ef 6,12).

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El Señor luchará de vuestro lado

Ex 14,5-18

En aquellos días, cuando anunciaron al rey de Egipto que el pueblo había huido, el faraón y sus cortesanos cambiaron de parecer sobre el pueblo y se dijeron: “¿Qué hemos hecho? Hemos dejado marchar a Israel de nuestra servidumbre.” El faraón hizo enganchar su carro y tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, montados por sus combatientes. El Señor hizo que se obstinara el faraón, rey de Egipto, y persiguiera a los israelitas; pero éstos habían salido con gesto victorioso.

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“QUE MI CORAZÓN REPITA QUE TE AMO” 

“Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro” (San Juan María Vianney). 

El Santo Cura de Ars era un alma inflamada de amor, que quería corresponder plenamente al amor del Señor. ¡Un verdadero ejemplo para todos los sacerdotes! Su corazón desfallecía por Dios. Lo que más hubiera querido es entrar en un monasterio contemplativo para expresarle así todo su amor al Señor. Pero Dios tenía otros planes para él. Así, el Cura de Ars pasó incontables horas en el confesionario, sirviendo al Señor y a la salvación de las almas.

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La fuerza de Dios

Sb 12,13.16-19

Fuera de ti, no hay otro Dios que cuide de todos, a quien tengas que probar que tus juicios no son injustos; porque tu fuerza es el principio de tu justicia, y tu dominio sobre todas las cosas te hace indulgente con todos. Tú muestras tu fuerza cuando alguien no cree en la plenitud de tu poder, y reprimes la temeridad de aquellos que la conocen. Pero, como eres dueño absoluto de tu fuerza, juzgas con serenidad y nos gobiernas con gran indulgencia, porque con sólo quererlo puedes ejercer tu poder. Al obrar así, tú enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo de los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento.

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El camino del amor

Ct 3,1-4a

En mi lecho, por la noche, busqué al amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad, calles y plazas; busqué al amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré. Me encontraron los guardias que rondan por la ciudad: “¿Habéis visto al amor de mi alma?” Apenas los había pasado, cuando encontré al amor de mi alma.

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NUESTRO CORAZÓN ESTÁ HECHO PARA DIOS

“El hombre no saboreará las verdaderas alegrías fuera de su Padre y Creador, pues su corazón está hecho sólo para mí” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

¿A quién pertenece nuestro corazón? “Donde está tu tesoro allí estará tu corazón” –dice el Señor (Mt 6,21).

De las palabras del Padre Celestial se deduce que toda búsqueda y aspiración que no lo tenga a Él como meta no puede traernos verdadera alegría. Hemos sido creados para Dios, y mientras no correspondamos a ésta nuestra destinación, seguiremos buscando y divagando en el mundo.

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