“QUE MI CORAZÓN REPITA QUE TE AMO” 

“Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro” (San Juan María Vianney). 

El Santo Cura de Ars era un alma inflamada de amor, que quería corresponder plenamente al amor del Señor. ¡Un verdadero ejemplo para todos los sacerdotes! Su corazón desfallecía por Dios. Lo que más hubiera querido es entrar en un monasterio contemplativo para expresarle así todo su amor al Señor. Pero Dios tenía otros planes para él. Así, el Cura de Ars pasó incontables horas en el confesionario, sirviendo al Señor y a la salvación de las almas.

En todo caso, nos mostró claramente el fuego que ardía en su corazón. Con la misma fuerza puede hacerse presente el Espíritu Santo en cada uno de nosotros, encendiendo en nuestro corazón un amor tan desbordante que no queramos otra cosa más que vivir en este amor.

Si consideramos el amor que nuestro Padre nos tiene, no debe sorprendernos que Él pueda contagiarnos con este amor. Cuando el Padre pone su morada en un alma y ésta le deja entrar gustosamente, entonces su amor empieza a derretir todo el hielo que pueda haberse formado alrededor del corazón.

“Arder es mejor que conocer” –exclamaba San Bernardo de Claraval. Podemos pedirle a nuestro Padre que nos conceda un corazón ardiente, del que también salgan palabras tan maravillosas y encendidas como las que pronunció el Santo Cura de Ars. Escuchemos otra oración suya que muestra cómo el amor a Dios se había apoderado de él:

“Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios,

Y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.”