LA LUCHA EN EL PLAN SALVÍFICO DE DIOS

“En el plan salvífico de mi amor, la lucha ocupa un lugar importante” (Palabra interior). 

La lucha que el Señor libra por nosotros y con nosotros contra los poderes de la oscuridad no sólo es ineludible, sino que hace parte del plan salvífico de su amor. Así como en el camino de seguimiento de Cristo es necesario emprender el combate espiritual para refrenar nuestras pasiones y resistir a las seducciones de este mundo, también es preciso luchar contra los ángeles caídos. En efecto, son ellos los que asedian al hombre, induciéndolo a caminos equivocados y tejiendo a su alrededor una red de mentiras.

Debemos tener bien presente que los ángeles caídos son enemigos de Dios y del género humano. Con cada renuncia consciente a ellos, con cada oración que los ahuyenta (como, por ejemplo, el Santo Rosario), con cada Santo Sacrificio de la Misa celebrado con fe se debilita el poder de las tinieblas.

Un aspecto importante en el ministerio del Señor era expulsar a los espíritus malignos. ¡Qué bendición era esto tanto para la persona liberada como para todos los relacionados con ella! Ahora, a la Iglesia le corresponde continuar este ministerio hasta el Retorno del Señor, cuando los poderes del mal serán definitivamente desterrados.

A todos se nos encomienda realizar estos actos de amor, y la manera de hacerlo dependerá de la vocación específica y los dones que el Señor nos haya confiado. Es el Padre mismo quien, por medio de su Hijo, nos da la capacidad para ello, haciéndonos partícipes de su propia autoridad. Es necesario ponerla en juego, para no dejar campo libre a los espíritus que odian a Dios y a los hombres. Por tanto, la edificación del Reino de Dios va de la mano con el rechazo de aquellos poderes que quieren destruir su Templo desde dentro y desde fuera.