Los pastores vinieron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón. Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno. (Lc 2,16-21)
Séptimo día de la Octava de Navidad: “La Creación en espera de su liberación”
En nuestras representaciones, el pesebre de Belén no sólo brilla con el resplandor del Niño Jesús, con la presencia de María y José, con los pastores que se apresuran a llegar, con los Reyes magos que vienen desde el Oriente para ofrecerle sus dones y para adorarlo… Desde hace mucho tiempo, se ha hecho tradición incluir en el pesebre a la Creación irracional. El buey y el asno son silenciosos testigos de la Natividad del Señor. Y la presencia de estos animales adquiere un sentido más profundo al considerar lo que dice San Pablo en la Carta a los Romanos:
Sexto día de la Octava de Navidad: «La pobreza de Jesús”
“Ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza” (2Cor 8,9).
“Una pobreza que nos enriquece”–así podríamos describir el suceso de la Natividad.
Dios no teme hacerse pequeño por los hombres; no se asusta a colocarse por debajo de los ángeles para enaltecer a los hombres (cf. Hb 2,9). Un pequeño niño en un pesebre, sin rastro de lujo; una gruta como casa natal; unos sencillos pastores como huéspedes… Todo esto es expresión de una pobreza que, no obstante, está llena de dignidad por ser voluntaria. Dios quiso venir al mundo en esta pobreza para mostrarnos la verdadera riqueza, que es su amor.
Quinto día de la Octava de Navidad: “La Sagrada Familia”
Al nacer en una familia humana, Dios fortaleció el núcleo de la sociedad y nos dejó su ejemplo para que lo imitáramos. A través de su Encarnación, Dios quiso penetrar todos los ámbitos de la vida humana, entre los cuales la familia ocupa un lugar privilegiado.
El amor entre hombre y mujer nos da una idea del misterio del amor entre Dios y el alma, como San Pablo describe con mucho acierto en la Carta a los Efesios:
Cuarto día de la Octava de Navidad: “El Niño”
El Señor viene al mundo como niño. Éste es el camino que Dios escogió para abajarse a nosotros y para que podamos comprenderlo. Un niño suscita alegría y amor; ternura e instinto de protección. ¡Nadie tiene miedo de un niño! Incluso personas que tienden a ser cerradas, son a veces capaces de abrirse en presencia de un niño.
Un niño es capaz de sacar lo mejor del hombre.
Especialmente en su primera etapa, el niño es como un recuerdo del paraíso, que nos muestra la inocencia originaria del hombre, aunque ya carga sobre sí la herencia del pecado original.
Tercer día de la Octava de Navidad: «Los pastores»
Los pastores de los campos de Belén acogen llenos de gozo el mensaje del ángel y van de prisa a buscar al Recién Nacido. Son personas sencillas, y en la simplicidad de su corazón comprenden la importancia del mensaje que han recibido. ¡Ciertamente habrán quedado totalmente fuera de sí ante el sublime acontecimiento de la gruta de Belén!
“Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo Israel” (Mt 2,6).
Segundo día de la Octava de Navidad: «La alegría de los ángeles»
María y José, los pastores que vienen de prisa de sus campos, los tres Reyes Magos que se han puesto en camino para encontrar al Rey que ha nacido… todos ellos han sido tocados y atraídos por el misterio del Dios hecho hombre. Todos ellos tienen un encuentro con el Señor, aunque de diferentes maneras.
¡Cuán grande habrá sido la alegría de los ángeles, al saber que su Señor estaba entre los hombres! ¡Cuán dichosos se habrán sentido de poder llevar esa Buena Nueva a sus hermanos en la Tierra! Para ellos es un honor servir con prontitud a su Padre.
Solemnidad de la Natividad del Señor: «¡Alegraos, Cristo ha nacido!”
Durante la Octava de Navidad, quisiera ofrecer cada día una sencilla meditación sobre el acontecimiento de la Natividad del Señor, intercalada con villancicos interpretados por Harpa Dei. Espero que esto nos ayude a sumergirnos más profundamente en el grandioso misterio de esta Fiesta.
¡Alegraos, Cristo ha nacido! –es el grito de júbilo que llena el cielo y la tierra. ¡Regocíjense todos los que han recibido esta Buena Nueva!
A la espera del Señor
¡Cuánto tiempo esperaron los israelitas al Mesías! Luego, cuando Él vino y empezaron a cumplirse las promesas, no lo reconocieron. ¡Qué tragedia! Ahora, los judíos creyentes siguen aguardándolo… Asimismo esperan la llegada del Profeta Elías, que ha de preceder al Mesías. Sin embargo, también él vino ya: “Si queréis comprenderlo, él es Elías, el que iba a venir” –dice Jesús, refiriéndose a Juan el Bautista (Mt 11,14).
Nosotros, los cristianos, podemos vivir en la inmerecida gracia de haber conocido al Mesías. Entonces, ¿qué es lo que esperamos ahora? ¡Esperamos la Fiesta de su Nacimiento! Una y otra vez, año tras año, porque la celebración de este acontecimiento ha de profundizar nuestro amor a Jesús y nos recuerda siempre de nuevo: ¡El Señor está aquí! ¡Él ha venido al mundo!
EL GRAN DÍA SE ACERCA
La Fiesta de la Natividad del Hijo de Dios se acerca cada día más. Los corazones de los hombres han de llenarse de gran alegría y calidez. Las promesas anunciadas y preparadas desde toda la eternidad por nuestro Padre están llegando a su cumplimiento. El plan de su amor se hace realidad… leer más