“EL SEÑOR LUCHA DE VUESTRO LADO”

“Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla” (Sal 26,3).

Aunque los ejércitos que avanzan contra nosotros no sean visibles, no son menos reales que aquellos que se enfrentan en una guerra física. Estamos rodeados de enemigos invisibles, que quieren desviarnos del camino de la salvación y, si no lo consiguen, al menos procuran ponernos obstáculos. Esto es lo que describe el Apóstol San Pablo en la Carta a los Efesios:

“Nuestra lucha no es contra la sangre o la carne, sino (…) contra los espíritus malignos que están en los aires” (Ef 6,12).

No obstante, nuestro enfoque no está puesto en los enemigos, sino en el Padre, que es la razón de nuestra confianza. Con nuestras propias fuerzas sería imposible resistir al poder arrollador de los enemigos, los ángeles caídos. Pero precisamente aquí estamos llamados a una gran confianza, y esta confianza ha de extenderse a todos los ámbitos de nuestra vida.

Como nos aseguran una y otra vez las Sagradas Escrituras, nuestro Padre quiere darnos aquella seguridad que sólo en Él podemos obtener. Al diablo, en cambio, le gusta infundirnos miedo y hacernos olvidar que Dios siempre protege a los suyos. ¡En cuántos corazones se ha implantado el miedo! Incluso entre los creyentes, no pocas veces el miedo prevalece sobre la confianza firme, que a su vez engendra el valor y, a través del Espíritu Santo, el don de la fortaleza.

¿Qué sucedió con los israelitas cuando, llenos de temor al verse perseguidos por el faraón y su ejército, hubieran preferido volver a Egipto?

“Moisés respondió al pueblo: ‘No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que el Señor os otorgará en este día (…). El Señor luchará de vuestro lado; vosotros no os preocupéis’.” (Ex 14,13-14).

Siempre podemos contar con el Señor y, cimentados en la confianza, hacer la parte que a nosotros nos corresponde.