NUESTRO CORAZÓN ESTÁ HECHO PARA DIOS

“El hombre no saboreará las verdaderas alegrías fuera de su Padre y Creador, pues su corazón está hecho sólo para mí” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

¿A quién pertenece nuestro corazón? “Donde está tu tesoro allí estará tu corazón” –dice el Señor (Mt 6,21).

De las palabras del Padre Celestial se deduce que toda búsqueda y aspiración que no lo tenga a Él como meta no puede traernos verdadera alegría. Hemos sido creados para Dios, y mientras no correspondamos a ésta nuestra destinación, seguiremos buscando y divagando en el mundo.

A veces duele ver cómo las personas pasan de largo ante su felicidad. Ponen su esperanza en cosas materiales y en personas, en sus propias ilusiones y sueños de felicidad; y, sin embargo, las verdaderas alegrías están mucho más cerca de lo que podemos imaginar. No sólo están cerca, sino que están inscritas como un mensaje indeleble en nuestro corazón, y, en el fondo, el corazón lo sabe. Entonces, cuando el hombre empieza a cuestionarse acerca de su identidad más profunda, se le puede decir: “Sigue el anhelo inscrito en lo más profundo de tu corazón, y entonces encontrarás la respuesta”.

Aunque el mundo nos presente tantos ofrecimientos y religiones sustitutivas, y a algunas personas les parezca innecesario seguir buscando a Dios, el anhelo en lo más profundo del corazón no se acallará del todo, porque el Padre mismo lo ha sembrado en nuestro interior.

En el trato con personas que aún no viven en una relación consciente con Dios, es importante escuchar atentamente hacia dónde se dirigen sus anhelos, sus deseos y sus ilusiones. Quizá podamos encontrar aquí un “enganche” para ayudarles a entender el amor paternal de Dios. En el Mensaje del Padre a Sor Eugenia queda claro que Él quiere llegar a los corazones de los hombres precisamente a través del anuncio de su amor paternal, porque la mayoría de las personas se dejarán tocar por el mensaje de que aquel que los creó es, al mismo tiempo, su Padre infinitamente amoroso. Así, también responderán a su anhelo más profundo, que tiene sed de Dios.