A medida que avanzamos en nuestro camino de seguimiento y el Señor ve que nos lo tomamos en serio y luchamos por la santidad, Él responde a nuestros esfuerzos enviándonos las así llamadas “purificaciones pasivas”.
Hay quienes se asustan con tan sólo escuchar esta palabra. No están conscientes de que se trata de una muestra de gran amor y cuidado por parte de nuestro Padre. La purificación significa que nuestra capacidad de amar ha de despertar y robustecerse, y, al mismo tiempo, que hemos de desprendernos de todo aquello que nos impide responder plenamente al amor de Dios. Por tanto, la purificación es una gracia, que suele ir de la mano con la intensificación de la oración interior y el paso a la contemplación.