LAS CAÑADAS OSCURAS

“Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 23,4).

Tras haber perdido el Paraíso con la caída en el pecado, la vida en la Tierra no siempre transcurre bajo el radiante sol, como ciertamente todos hemos tenido que experimentar. También tenemos que atravesar cañadas oscuras, que nos infunden temor. Sin embargo, Jesús nos asegura: “En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

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A Dios le corresponde el primer lugar

Mt 10,34—11,1

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su propia familia. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.

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