UN CORAZÓN NUEVO

“Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36,26).

¡Lo que está en juego es el corazón del hombre! ¿A quién le pertenece?

Nuestro Padre Celestial quiere habitar en nuestro corazón y hacerlo receptivo a su amor, que sin cesar nos ofrece. El corazón nuevo que Él nos da es uno que ya no se endurece, que no se cierra más al amor, que se ensancha frente a las necesidades de todos los hombres, que ya no tolera la frialdad que aún descubre en sí mismo y permite que el amor de Dios derrita la capa de hielo que a menudo lo rodea.

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¡Ay de los impíos!

Am 6,1a.4-7

Esto dice el Señor omnipotente: “¡Ay de aquellos que se sienten seguros en Sión,
confiados en la montaña de Samaría! Se acuestan en lechos de marfil, se arrellanan en sus divanes, comen corderos del rebaño y terneros del establo; canturrean al son del arpa e inventan como David instrumentos musicales; beben el vino en elegantes copas,
se ungen con el mejor de los aceites pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de José. Por eso irán al destierro, a la cabeza de los deportados, y se acabará la orgía de los disolutos”.

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