Toda la plenitud de Dios

Ef 3,14-21

Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que, en virtud de su gloriosa riqueza, os conceda fortaleza interior mediante la acción de su Espíritu, y haga que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Y que de este modo, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conozcáis el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento. Y que así os llenéis de toda la plenitud de Dios. A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que nosotros podemos pedir o pensar conforme a nuestra capacidad, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos. Amén.

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CÓMO PERMANECER EN CONTACTO CON EL PADRE

“Permanece en constante contacto conmigo” (Palabra interior).

Siendo hijos suyos, nuestro Padre quiere conducirnos a una gran libertad y naturalidad en la relación con Él. Así, el Señor no sólo nos ofrece la gracia originaria de la cercanía y familiaridad con Él; no sólo nos devuelve la belleza del primer día, cuando nos creó a su imagen; sino que, por medio de su Hijo, nos llama a una cercanía aún mayor y nos hace partícipes de la plenitud de su amor.

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El misterio de Dios ha sido revelado

Ef 3,2-12

Habéis oído hablar de la misión de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro: cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del misterio, tal como brevemente acabo de exponeros. Por la lectura de la carta podréis captar mi conocimiento del misterio de Cristo, un misterio que no fue dado a conocer a los hombres en generaciones pasadas. Ahora, en cambio, ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por medio del Espíritu: que los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa cumplida en Cristo Jesús. Todo ello ha sido anunciado por medio del Evangelio, del cual he llegado a ser ministro, conforme al don que Dios me ha concedido por la fuerza de su poder.

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Jesús es nuestra paz

Ef 2,12-22

Hermanos: antes vivíais sin Cristo, erais ajenos a la ciudadanía de Israel, extraños a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Ahora, sin embargo, por Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. En efecto, él es nuestra paz: el que hizo de los dos pueblos uno solo y derribó el muro de la separación, la enemistad, anulando en su carne la ley decretada en los mandamientos. De ese modo creó en sí mismo de los dos un hombre nuevo, estableciendo la paz y reconciliando a ambos con Dios en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en sí mismo a la enemistad. Y en su venida os anunció la paz a vosotros, que estabais lejos, y también la paz a los de cerca, pues por él unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu. 

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Salvados por gracia

Ef 2,1-10

Hermanos: vosotros estabais muertos a causa de vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el príncipe del imperio del aire, el espíritu que actúa en los rebeldes… entre ellos vivíamos también  todos nosotros en otro tiempo, sujetos a las concupiscencias y apetencias de nuestra naturaleza humana, y a los malos pensamientos, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás. Pero Dios, rico en misericordia, movido por el gran amor que nos tenía, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo –por gracia habéis sido salvados–, y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús.

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EL TRONO DE LA GRACIA

“Señor, sondéame y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos” (Sal 138,23).

¡Qué bendición poder decirle estas palabras a nuestro Padre con plena confianza! Ya no hay que esconderse ni evadir mirar de cerca en qué estado se encuentra nuestro corazón. Antes bien, entramos en una relación madura con nuestro Padre.

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Aprendiendo a servir

Mc 10,42-45

En aquel tiempo, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos, y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, pues el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos; que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.”  leer más