GRANDE ES EL AMOR

“Hijos predilectos de mi amor: ¡tengo grandes planes para vosotros!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre siempre proyecta grandes planes para nosotros, aunque su infinita paciencia también nos acompaña en los pasos más pequeños y aun en nuestros desvíos. Sí, Dios es tan fiel que incluso acompaña a aquellos que le han dado la espalda, buscando siempre guiarlos de regreso a casa.

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Seguir la voz del Señor

Jn 17,6a.11b-19

Lectura correspondiente a la memoria de San Cornelio y Cipriano

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo: “Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.

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VERDAD Y AMOR

“Anuncia el amor en la verdad. Sólo entonces será realmente sanador para las personas” (Palabra interior).

Estas palabras nos trazan claramente el camino a seguir. De hecho, es ésta la manera de actuar y de ser de nuestro Padre mismo. La verdad sin amor puede adoptar el carácter de una espada implacable, capaz de herir profundamente a las personas. El amor sin verdad, en cambio, pierde sus contornos y puede degenerar, por ejemplo, en una falsa misericordia, que engaña a las personas.

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Los dolores de María

La memoria que hoy celebramos se remonta a la Fiesta de los “Siete dolores de María”, que fue introducida por el Papa Benedicto XIII en el año 1721.

En el cristianismo de Oriente, desde los primeros siglos se venera a la Madre Dolorosa. El gran poeta Efrén el Sirio (+373) canta ya sobre la Virgen bajo la Cruz, y un gran número de autores de la antigüedad cristiana tematizan los Dolores de María. Estos textos pasaron a formar parte de la liturgia de Oriente. Así, ya en el siglo VI era habitual la representación de María bajo la Cruz.

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El triunfo del amor

La Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que hoy celebramos, se remonta a un acontecimiento que tuvo lugar en el año 335. El 13 de septiembre de aquel año se consagró solemnemente una gran Iglesia en Jerusalén, tras muchos años de construcción. Se la conoce como la “Basílica del Santo Sepulcro” o “Iglesia de la Resurrección”. Fue el Emperador Constantino quien la mandó construir, después de que su madre, Santa Helena, hubo encontrado la Cruz de Cristo el 13 de septiembre del año 320.

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“RESTÁURANOS”

“Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79,8).

Es el Pueblo de Israel el que profiere esta plegaria, implorando al Señor que cambie su suerte. Atraviesa gran aflicción, porque una y otra vez se ha apartado de Dios y le ha sido infiel, y nuestro Padre le ha permitido sentir las consecuencias: “Nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos, nuestros enemigos se burlan de nosotros” (v. 7).

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El verdadero combate

Col 3,1-11

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él. Por tanto, dad muerte a todo lo terreno que haya en vosotros: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría, todo lo cual atrae la ira de Dios sobre los rebeldes.

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“PEDID A MI HIJO”

“Pedid a mi Hijo que os haga reconocer cada vez más cuán misericordioso y bondadoso soy con vosotros” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

¿Qué podría agradar más a nuestro Señor que cumplir tal petición? En efecto, el gran deseo de su Corazón es que su amado Padre sea conocido. Por ello, Jesús se apresurará a atender esta plegaria.

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Sólo en Cristo reside la plenitud de la divinidad

Col 2,6-15

Hermanos: Ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el Señor, proceded según él. Arraigados en él, dejaos construir y afianzar en la fe que os enseñaron, y rebosad agradecimiento. Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo. Porque es en Cristo en quien reside corporalmente toda la plenitud de la divinidad, y por él, que es cabeza de todo principado y autoridad, habéis obtenido vuestra plenitud.

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