MARAVILLAS MEMORABLES

“Ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente” (Sal 110,4).

No sólo los grandes portentos que el Señor realizó en la historia del Pueblo de Israel deben permanecer grabados en nuestra memoria; sino que cada día suceden ante nuestros ojos incontables maravillas de nuestro Padre, que han de despertar en nosotros la gratitud y el amor que corresponden. Si las pasamos por alto, entonces no somos capaces de percibir realmente la amorosa Providencia de nuestro Padre y, en consecuencia, nuestro corazón no se eleva tan fácilmente a Él. Por ello, el salmista nos exhorta: “Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios” (Sal 102,2).

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La luz del Hijo de Dios

Jn 12, 44-50

En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga entre tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no es capaz de guardarlas, yo no le juzgo, pues no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no acoge mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la palabra que yo he pronunciado lo juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo es lo que el Padre me ha dicho a mí.”

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