VERDAD Y AMOR

“Anuncia el amor en la verdad. Sólo entonces será realmente sanador para las personas” (Palabra interior).

Estas palabras nos trazan claramente el camino a seguir. De hecho, es ésta la manera de actuar y de ser de nuestro Padre mismo. La verdad sin amor puede adoptar el carácter de una espada implacable, capaz de herir profundamente a las personas. El amor sin verdad, en cambio, pierde sus contornos y puede degenerar, por ejemplo, en una falsa misericordia, que engaña a las personas.

Nuestro Padre siempre tiene en vista la conversión de la persona, incluso y especialmente cuando le permite sentir las consecuencias de su mal actuar. La verdad debe servir para introducir al hombre en la realidad de su existencia, pues, al vivir en pecado, es incapaz de percibir la esencia de la vida.

La verdad sazona el amor, y, por más que acepte a la otra persona y esté a su favor, no puede dejar de señalar qué es lo que la separa del amor. El amor siempre quiere lo mejor para la persona, y quiere transmitírselo de la mejor manera posible para que –ojalá– pueda comprenderlo y aceptarlo.   

Este es el modo de actuar y de ser de nuestro Padre, que nosotros hemos de imitar a la hora de anunciar a los hombres su amor. Este amor suyo abarca a la persona en su totalidad, conoce su situación y su forma de ser. Como vemos en el Mensaje del Padre a Sor Eugenia, este amor está sostenido por una infinita paciencia, está dispuesto a sufrir, no se rinde, es capaz de abajarse para engrandecer a otros…

Nuestro Padre nos concede su Espíritu, bajo cuya influencia puede desplegarse en nosotros la vida divina y asemejarnos cada vez más a Él. Entonces nuestro testimonio será sanador para las personas, porque el amor junto con la verdad despiertan el alma a la vida.