LA FELICIDAD DEL PADRE EN NUESTRA ALMA

 “En cuanto a las almas que viven en justicia y en la gracia santificante, mi felicidad está en morar en ellas. Yo me entrego a ellas. Les confío el uso de mi poder, y en mi amor ellas encuentran un anticipo del Paraíso; en mí, su Padre y su Salvador” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

¿No es reconfortante escuchar a alguien diciéndote que te ama, y que además lo dice en serio y realmente es capaz de amar? ¡Cuánto más maravilloso si el que nos declara su amor es Dios Padre mismo, que incluso nos asegura que su felicidad es estar junto a nosotros!

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La Madre Dolorosa

Jn 19,25-27

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: “Mujer, aquí tienes a tu hijo.” Después le dice al discípulo: “Aquí tienes a tu madre.” Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.

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La Cruz: signo de salvación

Fil 2,6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

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ADÁN, ¿DÓNDE ESTÁS?

“El Señor Dios llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’” (Gen 3,9)

Esta es la primera palabra que el Padre dirige al hombre después de haber caído éste en el pecado. Expresa todo el amor con que nos busca.

Esta búsqueda de Dios por nosotros continuará hasta que el hombre haya llegado a la eternidad, donde podrá acoger plenamente su amor y pasará de la fe a la visión beatífica.

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Miembros de un solo cuerpo

1Cor 12,12-14.27-31a

El cuerpo humano, aunque tiene muchos miembros, es uno; es decir: todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, forman un solo cuerpo. Pues así también es Cristo. Porque hemos sido todos bautizados en un solo Espíritu, para no formar más que un cuerpo entre todos: judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Así también, el cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos.

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EL AMOR POR MIS CRIATURAS

“El amor por mis criaturas es tan grande, que no experimento ninguna alegría como la de estar en medio de los hombres.” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio)

En un principio, ciertamente estas palabras nos resultan sorprendentes. Si no permanecemos con los ojos cerrados frente a nuestra propia miseria y nos conocemos un poco a nosotros mismos y a otras personas, si echamos una ojeada a la historia y escuchamos los relatos de la Sagrada Escritura, fácilmente surgirá en nosotros la pregunta: “Señor, ¿qué es lo que encuentras en nosotros para que te complazca tanto estar en medio nuestro?”

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El dulce nombre de María

Is 61,9-11 (Lectura correspondiente a la Fiesta del santísimo nombre de María)

Su descendencia será conocida en las naciones y sus vástagos entre los pueblos; todos los que los vean reconocerán que son el linaje bendecido por el Señor. Con gozo me gozaré en el Señor, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto como el esposo se pone una diadema, como la novia se adorna con aderezos. Porque, como una tierra hace germinar plantas y como un huerto produce su simiente, así el Señor hace germinar la justicia y la alabanza en presencia de todas las naciones.

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VENDRÉ MUY CERCA A VOSOTROS

 “Mi presencia entre vosotros es como el sol en el mundo. Si estáis bien dispuestos a recibirme, vendré muy cerca a vosotros, entraré en vosotros, os iluminaré, os calentaré con mi amor infinito.” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio)

A nivel natural, el sol nos da luz y calor, despertándonos a la vida. Es un maravilloso regalo de Dios. El Padre se vale de este ejemplo para compararlo con su presencia y su obra en medio de nosotros.

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Ira y compasión de Dios

Ex 32,7-11.13-14

 En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: “Anda, baja de la montaña, porque se ha pervertido tu pueblo, el que sacaste del país de Egipto. Bien pronto se han apartado del camino que yo les había prescrito. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han dicho: ‘Éste es tu Dios, Israel, el que te ha sacado del país de Egipto.’”

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