Creer sin ver

Jn 20,24-29

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor.” Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de sus clavos y mi mano en su costado, no creeré.” Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio, estando las puertas cerradas, y dijo: “La paz con vosotros.” Luego se dirigió a Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.” Tomás le contestó: “Señor mío y Dios mío.” Replicó Jesús: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.” leer más

Dios exulta por su pueblo   

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NOTA: De acuerdo al calendario tradicional, se celebra hoy la Fiesta de la Visitación de la Virgen María.

Sof 3,14-18

Lectura correspondiente a la Fiesta de la Visitación de la Virgen María

¡Grita alborozada, Sión, lanza clamores, Israel, celébralo alegre de todo corazón, ciudad de Jerusalén! Que Yahvé ha anulado tu sentencia, ha alejado a tu enemigo. ¡Yahvé, rey de Israel, está en medio de ti, ya no temerás mal alguno! Aquel día se dirá a Jerusalén: ¡No tengas miedo, Sión, no desfallezcan tus manos! Yahvé tu Dios está en medio de ti, ¡un poderoso salvador! Exulta de gozo por ti, te renueva con su amor; danza por ti con gritos de júbilo, como en los días de fiesta. Apartaré de tu lado la desgracia, el oprobio que pesa sobre ti. 

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Seguir el llamado

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Mt 8,18-22

En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Entonces se le acercó un escriba y le dijo: “Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.” Jesús replicó: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.” Otro de los discípulos le dijo: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.” Jesús le replicó: “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.”

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Dios todo lo ha hecho bien

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Sab 1,13-15;2,23-24

Dios no hizo la muerte ni se alegra con la destrucción de los vivientes. Él lo creó todo para que subsistiera: las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte ni el abismo reina sobre la tierra, porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su mismo ser; pero la muerte entró en el mundo por envidia del diablo, y la experimentaron sus secuaces.

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La verdadera Iglesia

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Mt 16,13-19

En aquel tiempo, al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Ellos respondieron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas.” Él les preguntó: “Pero vosotros ¿quién decís que soy yo?“ Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.” A esto replicó Jesús: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.”

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Corregir con mansedumbre

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2Tim 2,22b-26

Lectura correspondiente a la memoria de San Ireneo de Lyon

Hijo mío: Corre al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad y de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro. Evita las discusiones necias e insustanciales; sabes muy bien que engendran altercados. Y a un siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable con todos, pronto a enseñar, sufrido; que sepa corregir con mansedumbre a los adversarios, por si Dios les otorga la conversión que les haga conocer plenamente la verdad, y volver al buen sentido, librándose así de los lazos del diablo que los tiene cautivos, rendidos a su voluntad.

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El último paso

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Mt 19,16-22

Lectura correspondiente a la memoria de Santa Emma de Gurk

En aquel tiempo, se le acercó uno a Jesús y le dijo: “Maestro, ¿qué cosas buenas debo hacer para conseguir vida eterna?” Él le dijo: “¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.” “¿Cuáles?” –le preguntó él. Jesús respondió: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Dícele el joven: “Todo eso lo he guardado. ¿Qué más me falta?” Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Luego sígueme.” Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

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La oración de Ezequías

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2Re 19,9b-11.14-21.31-35a.36

Senaquerib envió de nuevo mensajeros a Ezequías, con esta misiva: “Esto diréis a Ezequías, rey de Judá: Que tu Dios, en el que confías, no te engañe, diciendo que Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria. Tú mismo has oído cómo los reyes de Asiria han tratado a todos los países, entregándolos al anatema, ¿y vas tú a librarte?” Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Luego subió al templo y abrió el rollo de carta ante el Señor. Ezequías elevó esta plegaria ante el Señor: “Señor, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines, tú sólo eres el Dios para todos los reinos de la tierra. Tú hiciste los cielos y la tierra. ¡Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira! Escucha las palabras de Senaquerib, enviadas para insulto del Dios vivo.

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La vocación de San Juan

Is 49,1-6

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: “Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.” Mientras yo pensaba: “En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas”, en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: “Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.”

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