“El Señor protege al forastero, sustenta al huérfano y a la viuda” (Sal 145,8).
En su amor y providencia, nuestro Padre tiene en vista a todas las personas; y nos exhorta a que también nosotros prestemos especial atención a aquellas que fácilmente son marginalizadas. Los forasteros están expuestos a ser explotados y engañados, si el amor no se hace cargo de ellos y se encuentra con delicadeza con su carácter extranjero, para que se sepan cobijados por este amor.