“¡Qué incomparables encuentro tus pensamientos,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.” (Sal 138,17-18)
¿Podemos conocer los pensamientos de Dios?
Sí, porque el Padre se comunica a sus amigos y confidentes. Si leemos la Sagrada Escritura, podemos llegar a entenderla como una carta de Dios para toda la humanidad. El Padre no nos ha prometido hacernos omniscientes. En efecto, ¿por qué habríamos de ambicionar serlo? Nadie puede abarcar el conjunto de sus pensamientos, y tampoco es esencial saberlo todo.