“PRENDADO ESTÁ EL REY DE TU BELLEZA” 

“Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna; prendado está el rey de tu belleza: póstrate ante él, que él es tu señor” (Sal 44,11-12). 

Estos versos del salmo despliegan su más sublime belleza cuando los entendemos como una llamada de nuestro Padre a seguirle sin reservas y a ponernos de lleno a su servicio. Esta belleza cobra vida cuando vemos una vocación religiosa: por ejemplo, alguien que se siente llamado a seguir al Señor en un monasterio contemplativo.

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Siento una gran tristeza

Rom 9,1-5

Hermanos: Cristo es testigo de que digo la verdad, y de que no miento –además me lo dice mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo–: siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. Pues desearía ser yo mismo maldito, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne. Son israelitas; ellos disfrutaron de la adopción filial, de la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los patriarcas; de ellos también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.

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HASTA LOS LEONES CLAMAN A DIOS 

“Los leoncillos rugen por la presa, reclamando a Dios su comida” (Sal 103,21).

El amor y el cuidado de Dios se extienden a toda su Creación irracional. Esto habrá sido lo que impulsó a un San Francisco de Asís a incluir a todos los elementos en la fraternidad de las criaturas en su famoso cántico. Todo lo que nuestro Padre ha creado encuentra su sentido más profundo en Él y da testimonio de Él, aunque a consecuencia del pecado haya quedado disturbada la armonía originaria y la muerte haya entrado en este mundo.

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Las benditas almas del Purgatorio

 

Lam 3,17-26

Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: “Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.” Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión: antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

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RELACIÓN FAMILIAR CON DIOS

“¡Venid, acercaos: todos tenéis derecho a acercaros a vuestro Padre!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

En el mundo de la política suele hablarse de los “derechos humanos” que deben garantizarse y ser respetados. Sin embargo, al no comprender correctamente el orden de valores instituidos por Dios, se puede llegar a tener concepciones erróneas sobre lo que son los derechos humanos. Las palabras que hoy escuchamos del Mensaje del Padre, en cambio, nos hacen ver un derecho fundamental y muy profundo de nuestra existencia. leer más

Éstos son los que llegan de la gran tribulación

Solemnidad de Todos los Santos

Ap 7,2-4.9-14

Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del Oriente con el sello del Dios vivo. Gritó entonces con voz potente a los cuatro ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: “No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.” leer más

LAS VERDES PRADERAS DE DIOS

¡Con cuánta abundancia nos provee el Padre! Así como nos da el pan de cada día, también alimenta nuestra alma con el pan espiritual que necesitamos. Día a día nos habla a través de su santa Palabra. Día a día su voz susurra a nuestro corazón, bendiciéndonos con su presencia. Día a día el sacrificio de Cristo es actualizado en los altares, para que el fruto de la Redención sea brindado a las personas en el “pan de los ángeles”. Y, no obstante, tristemente es muy cierto lo que nos dice el Padre en su Mensaje:

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La Creación espera la manifestación de los hijos de Dios

Rom 8,18-25

Hermanos: Yo estoy convencido de que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Incluso la creación espera ansiosa y desea vivamente la manifestación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por voluntad de aquel que la sometió; pero latía en ella la esperanza de verse liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera viene gimiendo hasta el presente y sufriendo dolores de parto.

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UNA DE NUESTRA RAZA

“El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su Nombre es santo” (Lc 1,49).

Estas sublimes palabras brotan de los labios de la Santísima Virgen, y por toda la eternidad serán inolvidables.

¡Qué maravilloso fue el designio de nuestro Padre Celestial para su obra de salvación! No quiso que su Hijo divino simplemente bajara del cielo como el gran triunfador que nos mostrase su poder y majestad. No, Dios escogió a una mujer para venir a este mundo, convirtiéndola en Madre de su Hijo, el Redentor de todos los hombres.

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Guiados por el Espíritu de Dios

Rom 8,12-17

Hermanos míos, nosotros no somos deudores de la carne para vivir según la carne, pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.

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