“El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 23,1).
Para dársenos a entender, nuestro Señor nos habla con comparaciones que conocemos de nuestra vida humana. La imagen del Buen Pastor que, en su actitud vigilante, no pierde de vista el rebaño que le ha sido encomendado, quiere transmitirnos cómo el Señor vela sobre los suyos.