EL SEÑOR ES MI PASTOR

“El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 23,1).

Para dársenos a entender, nuestro Señor nos habla con comparaciones que conocemos de nuestra vida humana. La imagen del Buen Pastor que, en su actitud vigilante, no pierde de vista el rebaño que le ha sido encomendado, quiere transmitirnos cómo el Señor vela sobre los suyos.

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Los dones del Espíritu Santo: El don de piedad

“El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios” (Rom 8,16)

El don de piedad nos lleva a adherirnos a Dios con amor filial, no queriendo ofenderlo de ninguna manera.

El espíritu de piedad toca y vivifica nuestra vida espiritual con un nuevo brillo, suave y delicado. Bajo su influjo, la relación con Dios y con el prójimo alcanzará otro nivel de amor. La piedad quiere conquistar el corazón de Dios, a quien reconoce como amantísimo Padre.

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