“Fiado en ti, fuerzo el cerco,
con mi Dios asalto la muralla” (Sal 17,30).
Nuestro Padre nos da la valentía de hacer grandes cosas con Él. No pocas veces se levantan “cercos y murallas” en el camino de seguimiento del Señor, que quieren desanimarnos: obstáculos que parecen insuperables, una dificultad tras otra, contrariedades y quizá incluso enemistades concretas.