AHUYENTAR LA OSCURIDAD

“Busca siempre la luz, para unirte a ella y ayudar a ahuyentar la oscuridad” (Palabra interior).

La luz ahuyenta la oscuridad. Si aceptamos la invitación de buscar siempre la luz, las tinieblas empezarán por ceder en nuestro propio interior, pues el Espíritu Santo mismo es la “luz que penetra las almas” (Secuencia de Pentecostés).

Él, que es el amor entre el Padre y el Hijo, siempre intentará atravesar hasta lo más profundo nuestra oscuridad, si se lo permitimos.

Sabemos que sólo podremos entrar en la vida eterna y contemplar a Dios cara a cara cuando estemos plenamente purificados. Ninguna sombra tiene cabida en el cielo, ¡y qué gracia si ya aquí, en la Tierra, se da en gran medida nuestra purificación!

Por eso, es muy bueno si ya ahora, en nuestro camino hacia la eternidad, dejamos que la luz de Dios brille cada vez más intensamente en nosotros y caminamos por sus sendas. Podemos aliarnos con el Espíritu Santo en este proceso de transformación interior, en el que su luz atraviesa nuestras tinieblas, bien sea cooperando de buena gana o dejándolo actuar.

Pero esto no debe ser sólo una realidad en el interior del alma; sino que una persona impregnada por la luz de Dios también ayudará a ahuyentar la oscuridad a su alrededor y en el mundo.

Todo el que sea atraído por nuestro Padre Celestial y lo busca, dejará entrar su luz. Sólo tiene que levantar sus ojos a Dios. Para aquellos que aún no lo conocen, esto significa experimentar un verdadero encuentro con Él. Para los que ya siguen al Señor, significa dejarse iluminar cada vez más por su luz.

Esto significa buscar constantemente a Dios para unirse a Él. Entonces, cada situación de la vida quedará impregnada por su luz, y esto resulta particularmente importante en las “horas oscuras de la vida”. Debemos elevar la mirada a nuestro Padre, que nos mira con amor y quiere tocar con su luz la situación concreta en la que nos encontramos.