El dulce deber de evangelizar

1Cor 9,16-19.22-23

Predicar el evangelio no es para mí ningún motivo de vanagloria, pues estoy bajo el deber de hacerlo. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa; y si lo hiciera forzado, al fin y al cabo es una misión que se me ha confiado. Ahora bien, mi recompensa consiste en predicar el Evangelio gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere su proclamación. Efectivamente, a pesar de sentirme libre respecto de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los que más pueda.

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PESCADORES DE HOMBRES

“Echaré una vez más la red de mi amor” (Palabra interior).

En medio de tiempos oscuros, cuando la Iglesia yace debilitada y desorientada, nuestro Padre quiere echar una vez más la red de su amor. Así como en aquel tiempo el Señor llamó a Pedro y a los otros discípulos a ser pescadores de hombres (Mt 4,19), así Él no deja de echar la red de su amor y de llamarnos a cooperar en la pesca, aun en los tiempos más difíciles.

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PENSAR A LO GRANDE DEL AMOR DE DIOS 

“Todavía pensáis demasiado en pequeño de mi bondad y mi amor” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Podemos interpretar estas palabras de nuestro Padre Celestial de varias maneras. Por una parte, es una afirmación que nos trae a la memoria las frecuentes exhortaciones de Jesús a sus discípulos por su falta de fe (cf. p.ej. Mt 16,9). Ciertamente nuestro Padre quiere hacernos entender que su bondad y su amor son inconmensurables, y que le apena mucho que aún no los conozcamos lo suficiente. Sabemos que Él quiere darnos todo en abundancia –más aún, en sobreabundancia–, y que somos nosotros quienes ponemos límites si aún no confiamos suficientemente en Dios, para que su amor se derrame sobre nosotros.

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Fiesta de la Presentación del Señor: Reconocer al Mesías

Lc 2,22-32

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones , conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor.

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“OS OFREZCO NUEVAS GRACIAS” 

“Anhelo colmaros más y más de bendiciones. Por eso os ofrezco constantemente nuevas gracias y os traigo a la memoria aquellas que dejáis pasar sin aprovecharlas para vuestras almas” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

La bondad y la gracia de nuestro Padre Celestial son inagotables, y por eso anhela colmarnos con ellas. No se trata sólo de un deseo general de nuestro Padre de hacernos el bien; sino que éste es su anhelo más profundo. Nosotros a menudo no lo entendemos, y por eso fácilmente pasamos de largo ante aquello que Dios quiere concedernos o titubeamos a la hora de responder a sus deseos; nos detenemos en cosas innecesarias y tendemos a volvernos perezosos cuando se trata de cumplir con gran fervor lo que verdaderamente cuenta y lo que nos ha sido encomendado.

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Las cartas de San Ignacio

En el calendario tradicional, se celebra hoy la fiesta de San Ignacio de Antioquía. Si alguien prefiere una meditación que corresponda al calendario actual, puede encontrarla en este enlace: http://es.elijamission.net/2022/02/03/

De acuerdo con la tradición de la Iglesia, San Ignacio de Antioquía fue discípulo de los apóstoles Pedro y Juan. Más adelante fue nombrado obispo de Antioquía, la capital siria. Murió mártir, y desde los primeros tiempos fue venerado como santo en la Iglesia. Él se llamaba a sí mismo siempre con este nombre: Teóforo (θεοφόρος), que quiere decir “portador de Dios”.

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