EL TESORO DE DIOS EN NOSOTROS

Dios nos creó a partir de la nada. Su única motivación fue su amor por nosotros. Por ello, creó al hombre a su imagen y semejanza (Gen 1,27) y lo revistió de una gran dignidad.

Así nos lo transmite el Padre en el Mensaje a la Madre Eugenia:

“Cuando Yo creo a una persona de la nada, del polvo, del elemento de la tierra, le concedo algo muy grande; algo que procede de mí: el espíritu, el alma. Así, cuando la persona llega a este mundo, es ya muy grande, pues porta en sí misma aquel tesoro de la belleza que procede de Dios, su Padre, y que hace que esta alma sea divina.”[1]

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ITINERARIO CUARESMAL | Día 14: “La lucha contra la acedia y la vanagloria”

En nuestro itinerario hacia la gran Fiesta de la Resurrección, hemos de recorrer cada día de forma consciente y con la gracia de Dios, como una etapa del camino. Para ello necesitamos perseverancia, pues en nuestro caminar podemos vérnoslas con un demonio al que los padres del desierto llamaban “acedia” o “demonio del mediodía”. Esta acedia –que podemos describir como un desgano o pereza espiritual– está relacionada con la “tristitia” (tristeza) de la que hablábamos ayer. Los monjes en el desierto se veían atacados por la acedia, pero también a nosotros puede afectarnos, por lo que conviene saber al menos algo sobre ella.

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