“A aquellos que aman a Dios, Él todo lo convierte en bien. Incluso sus extravíos y errores Dios los revierte en bien para ellos” (San Agustín de Hipona).
Probablemente en ningún otro momento nos encontramos con más fuerza con la amorosa Omnipotencia de nuestro Padre que en el perdón de nuestros pecados. Él se dirige a nosotros, los hombres, con su gran misericordia, para llamarnos a la conversión, para llamarnos de regreso a casa… La hora de la gracia está en vigencia; las puertas del Corazón de Dios están abiertas de par en par.