SOMOS LA ALEGRÍA DE NUESTRO PADRE CELESTIAL

“Mi alegría al estar entre vosotros no es menor a la que experimentaba cuando estaba junto a mi Hijo Jesús durante su vida terrenal” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

¿Quién podría complacer a nuestro Padre tanto como su Hijo Unigénito, que le fue obediente hasta la muerte? ¡Y qué alegría debió ser para el Padre escuchar el “sí” de la Virgen María a su Voluntad!

No obstante, el Señor se refiere también a cada uno de nosotros al pronunciar estas palabras tan profundas. El Padre quiere deleitarse en estar en medio de nosotros, así como se complacía en estar junto a su Hijo durante su vida terrenal. ¡Se refiere a ti y a mí! El Señor quiere compartir con nosotros nuestra tan pequeña y sencilla vida, y acompañarnos a todas partes. Dios busca la comunión con los hombres. ¡Somos su alegría!

Esto puede tener consecuencias muy profundas… A nosotros, los hombres, nos gusta hacer felices a los demás y evitamos serles una carga. Siempre y cuando no nos dejemos llevar por nuestras pasiones, trataremos normalmente de comportarnos de tal manera que el encuentro con nosotros sea grato a las personas. La amabilidad, por ejemplo, es una actitud que fácilmente construye un puente hacia los demás.

Ahora bien, si escuchamos que a nuestro Creador y Padre le encanta estar junto a nosotros y que podemos darle la alegría de acoger siempre su presencia con corazón abierto, ¿qué nos impide convertirlo en nuestro principio de vida? ¡Vivir para la alegría de Dios! ¿Podría acaso haber algo más hermoso?

Pero no se trata sólo de que nosotros le expresemos así nuestro amor… ¿No son estas palabras del Padre una inagotable declaración de su amor por nosotros, los hombres? ¿No nos muestra acaso cuán valiosos somos a sus ojos? Ante estas palabras, ¿no podemos ponernos en camino y dejar atrás todas nuestras limitaciones? ¿No nos ayudarán acaso a dejar de buscar siempre y en todas partes la confirmación de que somos amados y de que nuestra vida es valiosa?

¿No es acaso suficiente con que Dios busque estar cerca de nosotros? ¿No puede esta certeza convertírsenos en el consuelo que siempre nos acompaña? Pero, ¿qué pasa cuando sentimos que nuestra vida no sirve o tenemos la impresión de que muchas cosas que hacemos son inútiles e infructuosas? Entonces las palabras del Padre nos reconfortarán: “Mi alegría al estar entre vosotros no es menor a la que experimentaba cuando estaba junto a mi Hijo Jesús durante su vida terrenal”

¡Eso nos basta!