“LUCHAN CONTRA MÍ”

“No temas cuando la bestia grite y el león ruja. No podrán lograr nada, porque luchan contra mí” (Palabra interior).

La imagen del león representa al demonio, como nos dice el Apóstol San Pedro en la breve lectura que escuchamos cada noche en el rezo de las Completas:

“Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quien devorar” (1Pe 5,8).

La bestia, en cambio, que aparece como símbolo en el Libro del Apocalipsis, suele interpretarse como un gran poder hostil a Dios, que ejerce su dominio sobre la humanidad. Quizá también represente el dominio de un anticristo, o del último Anticristo.

Lo que nos asegura el Padre es su protección ante estas dos amenazas.

Aunque los poderes hostiles a Dios, tanto los demonios como sus aliados humanos, se levanten contra nosotros, no debemos tener miedo. Ciertamente quieren sembrar terror y pretenden presentarse como si fueran todopoderosos e invencibles. ¡Pero no lo son!

Por eso debemos tener la mirada fija en nuestro Padre, sin dejarnos atemorizar por las fuerzas del mal ni atraer por su fascinación. Cuanto más profundamente nos anclemos en el Señor, tanto más se las verán con Él mismo al luchar contra nosotros. Y entonces todos sus esfuerzos se verán frustrados y cada ataque contra nosotros se les convertirá en una derrota. Su poder quedará debilitado.

Con las palabras que escuchamos al inicio de esta meditación, el Señor nos introduce en el combate contra los principados y las potestades. Es Él mismo quien las derrota, y depende de nosotros –de qué tan profunda sea nuestra unión con Él– que estos poderes se enfrenten con el Señor mismo cuando quieran atacarnos. No podrán lograr nada en este combate espiritual, y esta certeza debe alimentar la confianza que tanto necesitamos en estos tiempos oscuros.