LA LUCHA CONTRA LOS MALOS PENSAMIENTOS

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22,37).

Otro pasaje de la Escritura nos dice que “los pensamientos tortuosos apartan de Dios” (Sab 1,3).

Para amar al Padre Celestial con toda nuestra mente, correspondiendo así a su amor por nosotros, debemos estar atentos a nuestros pensamientos y no simplemente dejarnos llevar por ellos sin haberlos sometido a una examinación.

“No son mis pensamientos vuestros pensamientos” –nos dice el Padre Celestial (Is 55,8).

¿Cuáles son, pues, los pensamientos de Dios?

“Yo conozco muy bien los pensamientos que pienso sobre vosotros: pensamientos de paz, y no de desgracia, de daros un porvenir de esperanza” (Jer 29,11).

Sabemos que los pensamientos de Dios sobre nosotros siempre buscan nuestra salvación. Si tan sólo interiorizásemos esta verdad, se produciría un cambio en nosotros, y entonces podríamos aplicar esta cita bíblica como criterio para discernir los espíritus en lo que respecta a nuestros propios pensamientos, rechazando todos aquellos que pretenden transmitirnos lo contrario.

Con estos pasos, que inicialmente consisten ante todo en rechazar los pensamientos equivocados, ya le estamos declarando nuestro amor al Padre Celestial y sentando las bases para empezar a amarlo con toda nuestra mente. Aquí se hace eficaz el don de temor de Dios, al evitar todos aquellos pensamientos que podrían ofenderle.

En efecto, todo miedo o desconfianza hacia el Padre –con los pensamientos y sentimientos que trae consigo– nos transmite una imagen equivocada de Él y opaca su amor por nosotros. Por ello, debemos apartarnos de los pensamientos equivocados y dar cabida solamente a los pensamientos correctos. El Padre mismo nos asegura su incesante amor en el Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio:

“Yo no olvidaré jamás [a ninguno de mis hijos]. Yo lo amo siempre; y, aunque él ya no se acuerde de mí, su Padre y su Creador, yo seguiré recordándolo y amándolo.”

¡Así es nuestro Padre!