EL PADRE NOS LLAMA A LA CONVERSIÓN

Nuestro Padre nos llama a volver a casa…

La conversión significa abrirse al amor y a la bondad de Dios, alejarse de los caminos equivocados o inútiles, volverse de corazón al Señor.

¡El Corazón de Dios está abierto para nosotros! Él nunca lo cierra y está siempre dispuesto a acogernos cuando lo buscamos. Una sola palabra que brote de un corazón sincero, un solo “Tú eres mi Padre”, tiene el poder de librarnos de la condenación eterna.

A lo largo de nuestra vida, el Padre nos llama constantemente a la conversión, porque siempre podemos crecer en el amor. Y de esto se trata: de crecer en el amor, dejándonos amar por el Padre y respondiendo a su amor, día a día y hora tras hora…

A partir de hoy, se nos conceden cuarenta días para comprender más a profundidad la obra salvífica de Dios; cuarenta días en los que el Padre nos invita a responder aún más a su llamado, haciendo “las buenas obras que de antemano dispuso que practicáramos” (Ef 2,10). Hemos de comprender lo que significa que su Hijo haya asumido el sufrimiento y la muerte para redimirnos. Hemos de entender cuán grande es su amor por nosotros.

Así nos dice el Padre en el Mensaje a la Madre Eugenia:

“En mi Hijo me maltratarán, a pesar de todo el bien que les hará. En mi Hijo me calumniarán y me crucificarán para matarme. Pero, ¿me detendré por esto? ¡No, mi amor por mis hijos, los hombres, es demasiado grande!” 

La conversión significa reconocer este amor y vivir en él.