CONFIANZA EN LA VIRGEN

“Confiádselo todo a mi Madre” (Palabra interior).

Al considerar los regalos más grandes que el Padre Celestial nos ha concedido a los hombres, nuestra mirada se posa en la Virgen María, la Madre de su Hijo divino.

El Padre la eligió y le confió lo más precioso, a saber, al Mesías de toda la humanidad. Dios la involucró de forma especial en el plan de salvación de la humanidad, y con su “sí” a la Voluntad del Padre Ella abrió paso para que la Segunda Persona de la Trinidad se hiciera carne en su seno.

¡Qué confianza depositó el Padre en Ella!

Por la Sagrada Escritura y la Tradición conocemos las diversas etapas en la vida de la Virgen María. Siempre se adhirió plenamente a la Voluntad del Padre, incluso cuando una espada atravesó su alma y Ella dio su “sí” al sufrimiento de su Hijo. Su corazón amaba sin medida al Señor y la luz que emana la revela como Hija dignísima del Padre Celestial.

¿Cómo habrá mirado el Padre a esta criatura suya, a la que pudo atraer tan cerca de sí y que correspondió con tal pureza a su amor?

La respuesta no es difícil: nuestro Padre la ama como sólo Él puede amar.

A partir de lo dicho hasta aquí resultan claras las palabras iniciales de esta meditación. Si Dios mismo le confió a María lo más precioso, entonces todo lo que hagamos estará en las mejores manos si se lo entregamos a Ella. Ella se ocupará de lo que nosotros le confiemos con la misma fidelidad y cuidado con que sirvió a Dios mismo. Por tanto, estamos en buenas manos si la honramos y le obedecemos como a nuestra Madre e Intercesora. Ella siempre nos llevará a glorificar a Dios, porque “el Poderoso ha hecho obras grandes” por Ella y su Nombre es santo (Lc 1,49).

Un aviso final: a partir de mañana, recomiendo escuchar también mis meditaciones diarias, en las que recorreremos un “itinerario cuaresmal” durante estos 40 días.

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