AMORIS LAETITIA: PREGUNTA DELICADA PERO DETERMINANTE (Parte III)

Permanecer en el camino seguro

La intención pastoral del documento Amoris Laetitia es la de posibilitar que aquellos que viven en circunstancias que no corresponden a los mandamientos de Dios tengan un acceso más pleno a la vida de la Iglesia.

La intención de dirigirse amorosamente a ellos, comprender mejor su situación y ofrecerles las ayudas correspondientes, es loable. Si recordamos que Jesús convivía con los pecadores y los llamaba a estar cerca de Él (cf. Mc 2,15), queda automáticamente prohibido un trato insensible para con las personas afectadas. No corresponde a la actitud del Señor el juzgar con dureza a aquellos que viven en relaciones desordenadas y pecaminosas. ¡Jesús está dispuesto a perdonar y llama a la conversión! Tenemos un claro ejemplo de ello en el encuentro con la pecadora acusada de adulterio. Jesús no la condena, le muestra misericordia y la exhorta a no pecar más (cf. Jn 8,1-11). En este pasaje, el Señor invalida toda forma de orgullo que se siente moralmente superior a las otras personas: “El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra. Jesús ha venido a llamar a los pecadores; no a los justos (cf. Mc 2,17).

Buena intención; camino errado

Sin embargo, una buena intención pastoral no es aún garantía de que se opte por el camino correcto para aplicarla de forma conveniente. En el ejemplo del Señor, vemos que trata con misericordia a la pecadora y la acoge, y entonces la exhorta a poner su vida en orden con Dios y sus mandamientos. ¡Este ejemplo es de mucha ayuda para nuestro tema! Si el Señor no la llamaría a la conversión, entonces ella habría experimentado Su perdón, pero faltaría el cambio de vida, que es lo único que, a largo plazo, la uniría con Dios.

La modificación de la pastoral en Amoris Laetitia refleja, lamentablemente, un grave error, que se esconde tras la apariencia de una “nueva misericordia”. No obstante, la misericordia requiere de la verdad, para ser “verdadera misericordia”. El Señor nos dio los mandamientos, que conforman para nosotros una Ley inquebrantable e inmutable. No son una mera orientación, sino que son directrices concretas a las que hemos de atenernos.

En el sentido más profundo, lo mejor que podemos hacer por una persona es ayudarle a vivir conforme a los mandamientos de Dios, porque de ello depende su verdadera felicidad. Dios le ha encomendado a la Iglesia ser la Maestra de los pueblos, llamando a los hombres a Cristo y alimentándolos con los sacramentos. Es la Iglesia quien, en Nombre del Señor, nos dice las condiciones bajo las cuales podemos acercarnos a su Mesa.

El camino propuesto lleva a un engaño

Si alguien vive en una situación que, a nivel objetivo, se aparta de los mandamientos de Dios, no se le ayuda al afectado facilitándole el mismo acto de la recepción de la comunión que está reservado exclusivamente para quienes viven en estado objetivo de gracia, independientemente del aspecto de la culpa personal.

Si no se toma en cuenta esta realidad, se genera un engaño en diversas dimensiones.

El camino propuesto por Amoris Laetitia -a saber, que los afectados, con acompañamiento pastoral, tomen una decisión conforme a su conciencia- no puede desembocar en una conclusión engañosa de que pudiesen recibir la comunión sin un cambio en su situación. Una verdadera ayuda sólo puede ofrecerse dentro del marco de los mandamientos de Dios y los lineamientos determinados por la Iglesia. Una verdadera ayuda no pasa por alto sobre la situación de vida objetiva; sino que sigue en pie el llamado a ordenar la propia vida conforme a los mandamientos de Dios. A esto viene a añadirse el hecho de que otros fieles serían escandalizados si se ofreciera la comunión a aquellos cuya vida no corresponde a los preceptos de Dios y de la Iglesia.

La Iglesia se inclina a las personas afectadas -a los así llamados “divorciados vueltos a casar”-, permitiéndoles seguir conviviendo, cuando haya motivos justificados; pero, eso sí, absteniéndose de los actos que son propios de los esposos; es decir, las relaciones sexuales.

El acompañamiento pastoral sólo dará fruto en el marco de los mandamientos de Dios y la doctrina de la Iglesia

En un camino como éste, que no pierde de vista la meta de llevar a la persona a una vida que corresponda objetivamente a la Voluntad Divina en este punto, la misericordia de Dios puede apiadarse de muchas maneras de la debilidad del hombre y levantarlo. Es aquí donde los consejos espirituales le ayudan a la persona, en medio de una situación difícil, a hallar el camino que corresponde a la verdad; es aquí donde se pueden ir dando las pautas para llegar a una plena comunión con Dios, también en el plano visible. Si se estableciera la comunión antes de tiempo, sería algo similar a lo que sucede cuando una pareja tiene relaciones sexuales antes del matrimonio, pretendiendo verlo como un paso hacia el matrimonio.

Con gratitud podemos constatar que, hasta ahora, la Iglesia Católica nunca había perdido la claridad de su camino, en lo referente a la indisolubilidad del matrimonio y la recepción de los sacramentos. Aun si, lamentablemente, en las últimas décadas se habían hecho excepciones y se practicaban en desobediencia cosas que no están acorde a la verdad de la doctrina, la cabeza de la Iglesia siempre había señalado claros caminos en lo referente a la moral. Así, ella había asumido su misión de pastor, había protegido a los fieles y les había advertido a no acoplarse al espíritu de este mundo. También los dos últimos Papas condujeron a la Iglesia por este camino auténtico en lo referente a este difícil asunto, a pesar de las fuertes resistencias.

¡No se puede seguir al error!

Ahora, con el Pontificado del Papa Francisco, algo cambió… Podría decirse que el error se ha introducido “oficialmente” hasta los círculos más altos de la Iglesia, y, con el apoyo de este Papa, puede extenderse a gran velocidad como un tumor cancerígeno. Sin duda este tumor existía ya desde hace un buen tiempo y obraba “por debajo”, difundiendo desde allí el veneno de la praxis errada. ¡Pero ahora al veneno se lo identifica cada vez menos como tal! La situación se pone particularmente crítica cuando se presenta al error como una iluminación del Espíritu y se lo disfraza de “misericordia”.

De alguna forma, Amoris Laetitia se ha convertido en la pregunta decisiva, en la “Gretchenfrage”[1]: ¿Cuál es la posición que asumimos ante el evangelio y la doctrina milenaria de la Iglesia? ¿Les permanecemos fieles?

La respuesta correcta es ésta: ¡Nos mantenemos fieles a la Iglesia y no seguimos otros caminos que se aparten del evangelio y de su auténtica doctrina!

Debemos identificar claramente las pautas pastorales de Amoris Laetitia en relación a los “divorciados vueltos a casar” como un camino errado. Si esto no sucede, existe el peligro real de que uno tampoco identifique los errores posteriores. Y es que en el error referente a la fe y a su praxis, por más humano que sea, actúa ese “otro espíritu” que había mencionado ya en mi testimonio personal sobre este Pontificado[2].

Entonces, se da un engaño… Aquel “otro espíritu” se muestra como si fuese particularmente misericordioso con las personas afectadas, mientras que en realidad las lleva a un estado que les perjudica, porque el llamado a cambiar de vida se extingue cada vez más. Debemos tener en claro que no se trata de unos cuantos casos sumamente excepcionales y particulares, a los que quiere dárseles una solución sin llamar la atención; sino que esta nueva apertura se difunde rápidamente, de modo que probablemente pronto se hará usual que los así llamados “divorciados vueltos a casar” acudan a la comunión. Después, tampoco se hará un alto en permitir que se acerquen a la Mesa del Señor las parejas que viven en unión libre o incluso los homosexuales activos, sin necesidad de cambiar de vida.

Un claro ejemplo de ello podemos verlo hoy en Alemania, donde está teniendo lugar un encuentro para el así llamado “camino sinodal”. Algunos obispos se han pronunciado. El arzobispo Heiner Koch y el obispo Franz-Jose afirmaron que una relación sexual para parejas divorciadas y casadas después de Amoris Laetitia “ya no siempre debía calificarse como pecado grave”, y esa “exclusión total de la recepción de la Eucaristía” de tales parejas ya no podía justificarse. El arzobispo Koch, por su parte, en un comunicado emitido por la conferencia episcopal, dijo que “la preferencia sexual del hombre se expresa en la pubertad y asume una orientación hétero u homosexual. Ambos pertenecen a las formas normales de predisposición sexual, que no pueden o deben cambiarse con la ayuda de una socialización específica”[3].

¡Ya es hora de abrir los ojos! 

Lamentablemente, ha llegado el momento en que es necesario advertir de este camino errado, que se está difundiendo gracias a la falsa apertura de Amoris Laetitia y siendo promovido por la directiva de la Iglesia. Este error ataca a la Iglesia por dentro y la debilita en su organismo espiritual.

No se puede seguir este camino, porque es erróneo. Cuando Pedro le advirtió a Jesús que no fuese a Jerusalén, Él lo reprendió con palabras fuertes: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres! (Mt 16,23).

A mi punto de vista, el Papa Francisco debería colocarse detrás de Jesús; en este caso, someterse a la doctrina de la Iglesia. Esto no ha sucedido hasta el momento y, en lugar de ello, lamentablemente se han seguido dando pasos en una dirección más que dudosa.

Se requiere de una clara resistencia espiritual, que sea llevada a cabo con armas espirituales, porque son fuerzas anticristianas las que están obrando en la confusión actual de la Iglesia, distorsionándola y queriendo instrumentalizarla para sus propios planes.

[1] Gretchenfrage: término alemán, originalmente procedente de la obra de Goethe «Fausto». Pregunta que se dirige a lo esencial, que ha de descubrir la actitud del cuestionado.

[2] https://es-baltalelija.blogspot.com/2019/11/un-testimonio-personal-sobre-el.html

[3] http://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=36489