EL DON DE PIEDAD

“Quiero mostraros cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

Si a través del don del temor de Dios, el Espíritu Santo –que el Padre nos envía para ser nuestro Maestro interior– despierta en nosotros una gran atención para evitar todo aquello que pudiese desagradarle; a través del don de piedad Él acrecienta nuestro amor a nuestro Padre Celestial. Este don nos mueve a hacer y procurar todo aquello que podría agradar a nuestro Padre. Así, el espíritu de piedad es el que conquista el Corazón de nuestro Padre, por así decir, en cuanto que nos hace fervorosos para cumplir la Voluntad de Dios en todas las cosas. ¿Cómo podría resistirse nuestro Padre, siendo así que de esta forma empieza a desplegarse la relación de amor entre Él y sus hijos, y éstos llegan a conocer cada vez mejor su amor?

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El hambre espiritual

Jn 6,30-35

En aquel tiempo, la gente dijo a Jesús: “¿Qué signo haces para que, al verlo, creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: ‘Pan del cielo les dio a comer’.” Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan.” Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed.”

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EL DON DEL TEMOR DE DIOS

“Quiero mostraros cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

En el Mensaje a la Madre Eugenia, nuestro Padre habla de cómo, por medio de la inhabitación del Espíritu Santo en las almas que están en estado de gracia, Él establece en ellas su Trono para morar siempre ahí como un Padre lleno de amor.

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Valiosas enseñanzas de Jesús

Jn 6,22-29

Después de que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que éstos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades, cerca del lugar donde habían comido pan.

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EL CONSEJO DIVINO

“Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente” (Sal 15,7).

De muchas maneras nos habla nuestro Padre y a nadie deja sin instrucción. En efecto, ¿cómo podría hacerlo? ¿Qué padre se negaría a dar un consejo a su hijo cuando éste se lo pide? ¡Cuánto más nuestro Padre Celestial nos aconsejará de las más diversas formas! Siempre tendremos a disposición su consejo divino, si tan sólo lo buscamos.

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Obstáculos para la fe

Lc 24,35-48

En aquel tiempo, los discípulos que habían regresado de Emáus contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban comentando todo esto, cuando se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz con vosotros.” Sobresaltados y asustados, creyeron ver un espíritu. Pero él les dijo: “¿Por qué os turbáis? ¿Por qué alberga dudas vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.” Y dicho esto, les mostró las manos y los pies. 

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LA DIGNIDAD DEL HOMBRE

“¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder?” (Sal 8,5).

A nosotros, los hombres, no nos resulta fácil mirarnos a nosotros mismos y a los demás con los ojos de nuestro amoroso Padre, aunque hagamos un esfuerzo. En efecto, si no somos ciegos frente a nuestros defectos y carencias, si reconocemos la miseria moral que a menudo nos rodea, podríamos cuestionarnos cómo es posible que Dios nos ame tanto y no se rinda nunca en su intento de conquistarnos.

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Vivir como hijos de Dios

En el calendario tradicional, se celebra a San Hermenegildo, Mártir. Para su memoria, se ha escogido la siguiente lectura:

Sab 5,1-5

Entonces los justos se presentarán con gran valor contra aquellos que los angustiaron y robaron el fruto de sus fatigas. A cuyo aspecto se apoderará de éstos la turbación y un temor horrendo; y se asombrarán de la repentina salvación de los justos, que ellos no esperaban ni creían; y arrepentidos, y arrojando gemidos de su angustiado corazón, dirán dentro de sí: Estos son los que en otro tiempo fueron el blanco de nuestros escarnios, y a quienes proponíamos como un ejemplar de oprobio. ¡Insensatos de nosotros! Su tenor de vida nos parecía una necedad, y su muerte una ignominia. Mirad cómo son contados en el número de los hijos de Dios, y cómo su suerte es estar con los santos.

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“AUNQUE CAMINE POR CAÑADAS OSCURAS…” 

“Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo” (Sal 23,4).

Los caminos que tenemos que recorrer no siempre nos resultan claros y evidentes. Tanto en este mundo marcado por el pecado como también en nuestra vida personal y en el camino espiritual existen esas “cañadas oscuras” de las que habla el salmista. Pero nuestro Padre nunca nos deja desamparados si levantamos los ojos a Él. La fe y la confianza que se deriva de ella nos ayudan a no desanimarnos.

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El consejo de Gamaliel

 

Hch 5,34-42

En aquellos días, se levantó en el Sanedrín un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, un hombre con prestigio ante todo el pueblo. Mandó que hicieran salir un momento a aquellos hombres, y les dijo: “Israelitas, mirad bien lo que vais a hacer con estos hombres. Lo digo porque hace algún tiempo se presentó Teudas, que pretendía ser alguien y al que siguieron unos cuatrocientos hombres. Pero, una vez muerto, todos los que le seguían se disgregaron; y la cosa quedó en nada. Después de éste, en los días del empadronamiento, se presentó Judas el galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí; también éste pereció y todos los que le habían seguido se dispersaron.

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