EL CONSEJO DIVINO

“Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente” (Sal 15,7).

De muchas maneras nos habla nuestro Padre y a nadie deja sin instrucción. En efecto, ¿cómo podría hacerlo? ¿Qué padre se negaría a dar un consejo a su hijo cuando éste se lo pide? ¡Cuánto más nuestro Padre Celestial nos aconsejará de las más diversas formas! Siempre tendremos a disposición su consejo divino, si tan sólo lo buscamos.

Uno de los caminos a través de los cuales el Padre nos aconseja es haciendo actuar en nosotros el espíritu de consejo. Se trata de uno de los dones del Espíritu Santo, que, en las situaciones concretas de nuestra vida en el seguimiento del Señor, nos señala cuál es la Voluntad de Dios y nos mueve a dar los pasos oportunos para cumplirla.

A nivel general, conocemos la Voluntad de nuestro Padre y sabemos que, para vivir acorde a ella, debemos guardar sus mandamientos y poner en práctica lo que nos enseña el Evangelio y la auténtica doctrina de la Iglesia. Sin embargo, no pocas veces se nos presentan situaciones en las que no sabemos inmediatamente qué es lo correcto. En estos casos, es muy recomendable dirigirse al Espíritu Santo en la oración. Él, nuestro Amigo divino, enviado por el Padre y el Hijo, no dejará de darnos una luz interior y nos moverá con ese modo tan suave que le es propio a poner en práctica lo que nos ha aconsejado.

Esta familiaridad con el Espíritu Santo es un camino excelente para que el Padre pueda transmitirnos sus instrucciones y para que nosotros sepamos percibirlas con creciente sensibilidad. Él también nos habla al corazón y nos amonesta, nos recuerda su presencia, nos hace correcciones paternales y muchas cosas más, para que lo bendigamos por su sabiduría y cuidado paternal.