LA PUERTA ABIERTA

“Mira, he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar” (Ap 3,8).

Estas palabras dirigidas al “ángel de la iglesia de Filadelfia” se extienden a todos aquellos que han acogido la invitación de Dios. La puerta hacia el Corazón del Padre está abierta de par en par, de modo que pueden acudir a Él todos los hombres que han emprendido la senda de la salvación. El Señor resucitado, que volverá sobre las nubes del cielo, nos asegura que esta puerta abierta al Corazón del Padre no podrá cerrarla nadie: ni los principados, ni las potestades, ni los dominadores de este mundo tenebroso (cf. Ef 6,12), por más que intenten engañar a los hombres y alejarlos del camino de Dios.

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La disposición a cambiar

Hoy, siendo el último día del mes de octubre, concluiremos la serie sobre la vida espiritual, que pretendía darnos una perspectiva de lo que propicia el camino de seguimiento de Cristo y lo hace fructificar. Antes de retomar mañana nuestras acostumbradas meditaciones bíblicas, la meditación del día de hoy –la última de esta serie de espiritualidad– nos señalará una condición básica que hemos de cumplir si queremos crecer espiritualmente.

“Despojaos del hombre viejo, que se corrompe conforme a su concupiscencia seductora; renovad vuestra mente espiritual, y revestíos del hombre nuevo, que ha sido creado conforme a Dios en justicia y santidad verdaderas” (Ef 4,22-24).

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SI SUPIERAIS

“Si supierais cuánto amo a mis discípulos y cuán dispuesto estoy a desvelarles todos los tesoros de la gracia, estaríais siempre despiertos, atentos a escuchar la voz de vuestro corazón para encontraros conmigo” (Palabra interior).

Una vez que nuestro corazón haya sido herido por el amor del Señor, percibirá cuán inmenso es este amor y anhelará recibir todo aquello que sea muestra de este amor. ¿Qué más podría buscar fuera de él?

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La purificación pasiva

Aun si ponemos toda nuestra voluntad para llevar a cabo en nosotros la purificación activa, no seremos capaces de refrenar y vencer todo aquello que nos impide corresponder plenamente al amor del Señor. Hay actitudes y apegos que están demasiado arraigados, y a menudo ni siquiera estamos conscientes de ellos… Por eso el Señor viene en nuestra ayuda mediante otro proceso, que va más allá de lo que podrían llevarnos nuestros propios esfuerzos en la purificación activa: Se trata de la así llamada “purificación pasiva”.

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La purificación activa

En la clásica tradición mística, el camino de seguimiento suele describirse en tres “vías”: la vía purgativa (purificación), la vía iluminativa (iluminación) y la vía unitiva (unificación).

Al haber vivido una seria conversión, al esforzarse por adquirir las virtudes y al asumir conscientemente el combate contra nuestros tres enemigos –el mundo, el demonio y la carne–, el Señor inicia en nosotros el proceso de purificación interior. Se trata aquí de los apegos a nuestras pasiones, así como también a las propias ideas, ilusiones, deseos, etc.

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“NI LA TINIEBLA ES OSCURA PARA TI”

“Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha”
(Sal 138,8-10).

Junto con el salmista, alabamos la omnipresencia de nuestro Padre, ante quien nada está escondido y de quien está lleno todo el orbe de la tierra.

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La lucha contra el demonio (Parte II)

“Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe.” (1Pe 5,8-9)

La comparación con un león rugiente nos deja en claro que, en el combate espiritual, nos enfrentamos a un terrible enemigo. Éste está dispuesto a todo y acecha cuidadosa y agresivamente a su víctima. Para colmo de males, este rival no se atiene de ningún modo a las “reglas de caballería”.

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LOS DESIGNIOS DEL SEÑOR PREVALECEN 

“El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor” (Prov 19,21).

Sabio es aquel que no sigue simplemente las inclinaciones de su propio corazón, sino que examina si éstas van de acuerdo a los designios del Señor. En efecto, sus designios prevalecen. No pocas veces, nuestras abundantes fantasías, sueños y deseos no sirven más que para confundirnos. Nos hacen vivir en una ilusión e incluso pueden hacernos prisioneros de ciertas expectativas, que al fin y al cabo terminan no cumpliéndose. Entonces dejan en el alma un vacío y decepción.

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La lucha contra el demonio (Parte I)

En las meditaciones de los últimos días, habíamos hablado primero sobre aquel enemigo que habita en nosotros mismos –es decir, nuestra carne–, que, a causa de nuestra naturaleza caída con sus malas inclinaciones, quiere apartarnos del camino del Señor, o, al menos, dificultárnoslo. Después tematizamos también el segundo enemigo de nuestra alma –el mundo–, que igualmente quiere alejarnos del camino espiritual con sus seducciones y atracciones. Ahora nos corresponde considerar un enemigo más.

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