MÁS BRILLANTE QUE MIL SOLES

“Jesús dijo: ‘Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti’” (Jn 17,1).

La hora de Jesús… Es la hora oscura en la que Jesús muestra hasta el extremo su amor al Padre.

Es la hora oscura en la que Jesús busca consuelo en sus discípulos en el huerto de Getsemaní, pero no lo encuentra (Mt 26,36-46).

Es la hora oscura en la que Jesús da su sí definitivo a la voluntad del Padre (Mt 26,42).

Es la hora oscura de la Pasión del Hijo de Dios y, no obstante, es:

más brillante que mil soles, porque Jesús ama al Padre más que a sí mismo;

más brillante que mil soles, porque tanto amó el Padre al mundo que entregó a su Hijo unigénito (Jn 3,16);

más brillante que mil soles, porque fue la hora que trajo la Redención a la humanidad;

más brillante que mil soles, porque Jesús pidió incluso por sus verdugos (Lc 23,34);

más brillante que mil soles, porque aceptó voluntariamente su Pasión (cf. Jn 10,18);

más brillante que mil soles, porque sufrió por nosotros, los hombres;

más brillante que mil soles, porque respondió a la mayor maldad de los hombres con el supremo amor de Dios;

más brillante que mil soles, porque derrotó el poder de las tinieblas;

más brillante que mil soles, porque arrebató su presa al diablo (cf. Lc 10,18);

más brillante que mil soles, porque la Cruz se convirtió en signo de la salvación;

más brillante que mil soles, porque la sangre del Cordero lavó nuestras culpas (cf. Ap 7,14);

más brillante que mil soles, porque el Padre, en su infinita sabiduría, abrió el camino para todos los hombres: el camino hacia Él a través de su Hijo…

¡Más brillante que mil soles!