“Atesorad tesoros en el cielo” (Mt 6,20).
El Señor nos ha abierto muchas posibilidades de acumular tesoros en el cielo. Todo lo que hayamos hecho y sufrido por amor nos será contado como mérito en la eternidad. Eso no sólo significa que recibiremos la recompensa a nivel personal, sino que el “excedente” de las buenas obras se pone a disposición de la Iglesia, tal como sucede, por ejemplo, en las vidas de los santos. En ese sentido, escuchamos a menudo en las oraciones litúrgicas que nosotros no somos capaces de hacer nada por nuestras propias fuerzas, pero que por los méritos de los santos se nos conceden bendiciones y gracias.