TODO LO ENCONTRAMOS EN EL SEÑOR

“Todo lo encontrarás en mí, aun en medio de la mayor oscuridad” (Palabra interior).

Incluso en las tinieblas más densas que puedan cernirse sobre nuestra vida, nuestro Padre sigue estando presente. Puede que entonces no seamos capaces de sentirlo, pero Él está ahí. Simplemente tenemos que aferrarnos a esta certeza con un “acto desnudo de fe”.

En la teología mística se habla de la “noche de los sentidos” y la “noche del espíritu”. Se trata de procesos de purificación que atraviesa el alma, en los cuales ya no siente a Dios como antes. Sin embargo, Dios nunca ha abandonado al alma. Antes bien, ella encuentra su último  soporte en el Padre, aun si no puede percibirlo. Y esto es precisamente lo que ella necesita para que su encuentro con el Señor se vuelva más profundo. Podríamos decir que, en el fondo de su ser, tiene la certeza de que es Dios quien la sostiene y en quien todo lo encuentra, aun en medio de la más densa oscuridad.

Nuestro Padre quiere que todo lo encontremos en Él, y hacia allí es donde nos conduce. El engaño de la serpiente en el Paraíso, transmitiéndole al hombre la impresión de que Dios no le concedería algo que sería deseable para él (Gen 3,1-5), debe ser completamente desmentido en nosotros.

Dios fue, es y seguirá siendo el amor para siempre.

Esta verdad quiere penetrar en nosotros, y en ella encontramos todo. Ya no tenemos que seguir buscando e ideando nuestra felicidad y realización personal. En Dios lo encontramos todo. Si nos encomendamos a su amorosa guía, comienza ya aquí, en nuestra vida terrenal, aquella vida que llegará a su plenitud en el cielo. Dios sabe lo que nos conviene. Él nos dio la libertad para que podamos decidir. Si en todo nos decidimos por Él, entonces comprendemos lo que es la verdadera libertad: corresponder a su amor y vivir como hijos suyos… ¡Todo lo demás resulta de ahí!