SERVIR EN EL ‘KAIRÓS’

“Cada día es importante, a cada hora ofrezco mi salvación a los hombres. Tú has de servir a llevarla a los hombres, para alegría de tu Padre que te ama” (Palabra interior).

Estamos llamados a vivir en el “kairós”; es decir, estar conscientes de que HOY es el “tiempo propicio” y el día en que se ofrece la salvación a los hombres (cf. 2Cor 6,2). El camino hacia ella está abierto: Si escucháis HOY su voz, no endurezcáis vuestro corazón” (Sal 95,7-8).

No está en nuestras manos que las personas aprovechen esta puerta abierta hacia la salvación y pasen por ella; pero lo que sí se nos pide es que, con nuestros esfuerzos, vivamos conscientes de esta salvación, permanezcamos en la gracia de Dios y ayudemos a los hombres a hallar la senda de la salvación.

Cada día nos ofrece la oportunidad de servir de diversas maneras a Dios y a los hombres en esta obra de salvación. Hoy se nos exhorta a la vigilancia espiritual, para actuar en el “AHORA” de Dios. Al captar plenamente este “ahora”, este “kairós”, este “tiempo propicio”, nuestra alma se enfoca en Dios y se entrega a la misión que Él nos ha encomendado en nuestra vida.

Conocemos muchos pasajes de la Sagrada Escritura que nos recuerdan el Retorno del Señor al Final de los Tiempos (p.ej. Lc 12,38-48) y nos exhortan a la vigilancia. Estas palabras quieren despertarnos de todo letargo y ligereza.

La palabra que escuchamos al inicio de esta meditación quiere dejarnos en claro que nuestra vigilante y despierta cooperación en su viña es una alegría para el Padre. En efecto, no sólo debe motivarnos el hecho de saber que estamos trabajando para nuestra propia salvación y para la de nuestro prójimo, sino que nuestro servicio debe ser un fruto de la unión interior con nuestro Padre. A Él le encanta vernos trabajando como fervorosos cooperadores en su gran obra de salvación.

Entonces, cada hora y cada día no sólo serán un transcurso del tiempo cronológico; sino que en ellas se hace realidad esta palabra: “Este es el día que hizo el Señor: regocijémonos y alegrémonos en Él” (Sal 118,24).

Esta alegría y gratitud hacia Dios nos mueve a querer servir a Aquel que nos ha dado esta vida y este tiempo, de la misma manera como lo hacen los ángeles: cumplir su Voluntad de buena gana, total e inmediatamente.