“SE ACUERDA DE QUE SOMOS BARRO”

“Él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro” (Sal 102,14).

¡Qué bueno y reconfortante es el hecho de que nuestro Padre nos conozca tan bien! Nada está oculto ante Él, y lo maravilloso es que siempre podemos acercarnos llenos de confianza a Él. Ante Dios nadie puede gloriarse (cf. Ef 2,9), y eso es bueno para contrarrestar nuestro orgullo.

En pocas semanas iniciará la Cuaresma, en la que se nos recuerda que somos polvo y al polvo volveremos (Gen 3,19). Cuando las personas se olvidan de ello, hay que recordarles que todo lo que somos y tenemos lo hemos recibido de nuestro Padre (St 1,16-17). Esta certeza debería ayudarnos a superar toda arrogancia y a renunciar por completo al orgullo y a la vanidad.

Si, en lugar de ellos, entra en el corazón la gratitud hacia nuestro Padre, que nos ama tanto y nos ha creado a su imagen y semejanza, entonces empezamos a vivir en la realidad. Entonces ya no necesitamos que se nos recuerde constantemente y con suma claridad que por nosotros mismos no somos capaces de nada; sino que estaremos bien convencidos y conscientes de que somos totalmente dependientes de Dios. Esto no es, de ningún modo, una degradación de nuestra dignidad personal, como algunas personas podrán sentirlo; sino que es la alegría de estar cobijados en el amor de Dios y de haber sido elevados por Él a ser sus hijos.

La verdadera humildad no tiene nada que ver con servilismo. ¡Todo lo contrario! Nos da una gran libertad, porque nos somete por amor a un Padre amoroso. Entonces Dios mismo puede exaltarnos y atraernos hacia sí. Esto fue lo que sucedió con la Santísima Virgen María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” –respondió al anuncio del Arcángel Gabriel (Lc 1,38). Y más adelante, Ella misma exclama: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí” (v. 49).

Así sucede, porque, siempre y cuando no nos encerremos en nuestro propio orgullo, Dios levanta el “polvo”. Por tanto, alabado sea nuestro Padre, que nos llamó a la vida, modelándonos del polvo del suelo (Gen 2,7).