“OS ALEGRARÍAIS DE QUE VAYA AL PADRE”

“Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo” (Jn 14,28b).

Jesús introduce a sus discípulos en una lógica distinta, que ellos sólo poco a poco pueden asimilar. Lo más grande para nuestro Señor Jesucristo es volver a su Padre.

Jesús quiere que el dolor de los discípulos por la pérdida de su presencia física en medio de ellos quede eclipsado por la alegría de que ha cumplido su misión y que ahora recibirá nuevamente la gloria que tenía junto al Padre “antes de que el mundo existiera” (Jn 17,5).

Al meditar la alegría del Señor e interiorizar su victoria, la tristeza personal puede refrenarse y pasar a un segundo plano ante la dimensión mayor. ¿Acaso no es propio del amor desear lo mejor para la persona amada? ¿No es la esencia del amor tener parte en su alegría, en su dicha infinita? ¿No es precisamente esto lo que el Señor les da a entender a sus discípulos?

¿Podemos siquiera hacernos una idea de la inmensa alegría de Jesús por volver a su Padre, que es mayor que Él? ¿Podemos imaginar la alegría del Padre de que finalmente su amado Hijo, a quien Él mismo envió al mundo, vuelva a Él tras haber cumplido su misión?

Si interiorizamos estas palabras del Señor, nuestro corazón se ensanchará. Sin pasar por alto el dolor, podemos obtener la visión espiritual correcta. Esto podemos aplicarlo también al duelo por la muerte de un ser querido. ¿Acaso no es su retorno a casa, a la gran dicha de su existencia? ¿No será recibido con los brazos abiertos por nuestro Padre Celestial? ¿No podrá ahora descansar de sus obras? ¿Acaso no es justo alegrarse con él más que hundirse en la tristeza que uno pueda experimentar?

Aprendamos del Señor el verdadero amor y cobremos consciencia de que nos espera la eternidad de Dios, hacia la cual todos estamos en camino.