“OJALÁ ME ESCUCHASES, ISRAEL”


“Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; ¡ojalá me escuchases Israel!” (Sal 80,9).

Conocemos un poco el gran sufrimiento que resulta cuando no escuchamos la voz del Señor, cuando no prestamos atención a sus advertencias y directrices, cuando nos desviamos de sus mandamientos… Cuando esto sucede, el hombre se aleja de la guía del Señor e incluso puede caer bajo el dominio de influencias hostiles a Dios. Así, la vida puede convertirse en un desastre.

Pero esto no solamente sucede a nivel personal. Cuando las naciones o incluso la humanidad entera se desvían de su camino y dejan de regirse según los mandamientos de Dios, entonces ­–mientras no se dé una conversión–está a la vista su ruina. ¡Acarrea un gran sufrimiento!

Todo esto podemos verlo claramente en la historia del Pueblo de Israel. Es conmovedora la escena en la que Jesús llora sobre Jerusalén y exclama: “Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, pero tú no quisiste” (Mt 23,37). Todos conocemos las consecuencias que le sobrevinieron…

Si miramos al interior del Corazón de Jesús, conoceremos el profundo dolor de Dios por los hombres que no le escuchan. Quizá estemos acostumbrados a fijarnos en nuestro propio sufrimiento, pero intentemos ver el de nuestro Padre. ¿No es acaso un gran sufrimiento para los padres ver que sus hijos emprenden malos caminos; un sufrimiento que a veces no les permite dormir ni de día ni de noche? ¿Y qué hay del sufrimiento de Dios por los suyos, el sufrimiento de la Virgen María al ver que los hombres no escuchan a su Hijo?

No se trata sólo del sufrimiento que surge a nivel personal por no escuchar a nuestro Padre, por ignorar su llamado o no seguirle como deberíamos; sino que además es el sufrimiento de que algo no se haga realidad en el camino trazado por Dios, que se produzcan retrasos, desvíos innecesarios, etc.

“¡Ojalá me escuchases Israel!”

En esta lamentación resuena también lo que Dios podría hacer con un Israel obediente. ¡Si tan sólo su Pueblo hubiera escuchado al Señor! No sólo se habría evitado la desgracia; sino que Israel habría experimentado la gran dicha.