NUESTRO PADRE NOS CONOCE

“Tú me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos” (Sal 138,2).

Sabiendo que Tú, amado Padre, nos creaste por amor y nos encomendaste una misión en este mundo, podemos movernos libremente ante ti, como hijos redimidos. Nuestra sujeción a ti nos hace libres para vivir en este mundo y tratar con él conforme a tu Voluntad.

El mundo no puede poseernos, porque no le pertenecemos. Es sencillamente el sitio en el que Tú nos has colocado y en el que hemos de probar nuestra fidelidad.

Es hermoso saber que Tú nos conoces, amado Padre, porque esto significa sabernos amados por ti y percibir tu presencia en lo más profundo de nuestro corazón. Tú nos conoces mejor que nosotros mismos y todo está desvelado ante ti, tanto aquello de lo que estamos conscientes como todo aquello de lo que no lo estamos. ¡Nada está escondido ante ti!

Puesto que tú nos amas tanto como Padre, puede desvanecerse todo temor hacia ti y tienen que disiparse todas las falsas imágenes que el Maligno quiso sembrar en nosotros, como si Tú fueras el tirano que todo lo observa y quiere controlarnos.

Eso es lo que pretenden aquellos que, abusando de su poder, quieren dominar a la humanidad. Quieren saberlo todo sobre nosotros e incluso penetrar en nuestros pensamientos, pero no lo hacen movidos por amor. Quieren poder sin bondad, y así caen presas del Maligno. De estos tales no me dejaré conocer, sino que me esconderé al abrigo de tus alas.

“Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, (…) sin tenerte en cuenta a ti” (Sal 85,14).

Bajo tu mirada amorosa queremos caminar seguros, dejándonos conocer hasta el fondo por Ti. ¡Que nada se interponga entre Tú y nosotros! Que tu amor derrita por completo nuestro corazón, para que toda dureza y bloqueo tenga que ceder, y nosotros lleguemos a ser aquello para lo cual Tú nos llamaste a la vida.

¡Qué bueno es sabernos conocidos por ti!