LA VERDADERA IMAGEN DE DIOS

¡Cuántas falsas imágenes de Dios nos impiden retornar confiadamente a nuestro Padre Celestial! Ya en el Paraíso el Diablo les dio a entender a nuestros primeros padres que Dios los estaba privando de algo bueno; a saber, el conocimiento del bien y del mal. 

Las fuerzas de la oscuridad siguieron sembrando estas mentiras sobre Dios, de modo que no pocas veces ha surgido en las personas una injusta e hiriente desconfianza hacia el Padre Celestial.

Él mismo tematiza esto en el Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio:

“La mayor parte de los incrédulos, los impíos y las diversas sociedades permanecen en su maldad e incredulidad porque creen que Yo les pido imposibles. Piensan que tienen que someterse a Mis órdenes como esclavos bajo un tirano, que permanece envuelto en su poder y, por su orgullo, se mantiene alejado de sus súbditos, para obligarlos al respeto y a la sumisión. ¡No, no, hijos Míos! Yo sé hacerme mil veces más pequeño de lo que creéis.”

Por ello es tan importante transmitir la verdadera imagen de nuestro Padre Celestial, tal como Él es en verdad, para que las almas sean conquistadas por el amor. Esto no significa, de ninguna manera, que sea un Dios que deja que el hombre decida por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo, trastornando así su vida. Antes bien, el amor de nuestro Padre nos hace comprender que sólo podemos hallar el sentido más profundo de nuestra existencia cuando nos movemos en el marco de sus mandamientos. Así nos dice más adelante:

“Lo que sí exijo de vosotros es la fiel observancia de Mis mandamientos que he dado a Mi Iglesia, para que seáis criaturas racionales y no os asemejéis a los animales por vuestra indisciplina y vuestras malas inclinaciones; y, finalmente, para que podáis conservar ese tesoro que es vuestra alma, que os concedí revestida de la belleza divina a plenitud.”

¡No debemos perder la belleza que Dios nos ha concedido! Ésta es la gran preocupación de nuestro Padre por nosotros. Él quiere que acojamos y recibamos lo que tiene preparado para nosotros y que no nos perdamos.