LA IRA DEL SEÑOR

“Aun si las personas se encuentran con mi ‘ira’, quiero que sepan que las amo y las llamo a la conversión” (Palabra interior). 

“El Señor corrige a quien ama” (Hb 12,6). La intención de nuestro Padre es siempre la de llamarnos a la conversión. Si permite que las personas sientan las consecuencias de su actuar, es decir, que se encuentren con su “ira”, entonces también esto lo hace movido por amor, con el fin de sacudirlas y despertarlas. A veces parece no haber otra alternativa para apartar a la persona de sus malos caminos y hacer que se vuelva a Dios.

Lo que cuenta a nivel individual, también se aplica a nivel general. Cuando los hombres se apartan de Dios, caen bajo la influencia de los espíritus del mal, que buscan hacerles daño de todas las maneras posibles. Nuestro Padre quiere preservarlos de ello, porque cada alma en particular es infinitamente valiosa para Él. Si observamos desde este punto de vista los acontecimientos de este tiempo, quizá comprendamos mejor por qué el Señor permite las plagas actuales.

Jesús nos dice: “Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos a la Gehenna”(Mc 9,47b). Del mismo modo, también podríamos decir: “Más vale que entremos en el Reino de Dios bajo muchos castigos, que terminar en el lugar del castigo eterno, o aunque fuese sólo un largo tiempo en el purgatorio”. Por eso Dios se preocupa también por los más obstinados, para que no se condenen. Y si el único medio para preservarlos de la perdición es la “vara”, entonces la “vara de Dios” es el remedio y un signo de amor de nuestro Padre.

Nuestro Padre no quiere castigar, sino salvar. Pero el hombre, por su parte, no debe ir más allá de los límites que le han sido fijados, no sea que se pierda y arrastre consigo a otras personas. ¡Que el Señor prefiera mostrarnos su amor al hacernos sentir su “ira”, antes que permitir que abandonemos sus caminos!