HONRAR AL PADRE CELESTIAL (Parte II)

Conocer, honrar y amar al Padre…

Al rendir gloria a nuestro Padre y adorar su santidad, también le honramos por el hecho de habernos llamado a la vida.

¡Con qué sabiduría lo ha hecho todo! Todas las cosas las ha puesto a nuestra disposición y a nosotros mismos nos creó a su imagen y semejanza. Ya aquí, en la Tierra, admiramos la verdadera sabiduría que podemos percibir en una persona, y a esta persona la honramos como portadora de la sabiduría. Aun estando conscientes de que su sabiduría procede de Dios y que, a fin de cuentas, honramos al Señor por habérsela concedido, no dejamos de respetar a la persona en cuestión. ¡Cuánto más debemos entonces honrar a las Personas divinas y agradecer una y otra vez al Padre por todo lo que recibimos de Él!

La gratitud frente a Dios por habernos dado la existencia y todo lo que necesitamos para vivir es una manifestación fundamental del honor que le rendimos. Con nuestra gratitud, le mostramos a nuestro Padre que reconocemos su actuar. A las personas que no son agradecidas les resultará difícil mostrar verdadera reverencia en sus vidas; mientras que las personas agradecidas reflejan una forma muy delicada de reverencia.

Si nuestro Padre hace énfasis en el honor que hemos de rendirle, la gratitud consciente será una maravillosa clave que podemos practicar día a día para aprender a honrarlo. Cuanto más pongamos en práctica la gratitud, tanto más se abrirán nuestros ojos interiores para todo lo que el Señor, en su amor sobreabundante, ha dispuesto para nosotros. Así, al agradecer diariamente, brotarán casi automáticamente las alabanzas en nuestro corazón, para honrar a Aquél que es el Padre de todas las dádivas.