ENTREGA A LA VOLUNTAD DIVINA EN LA TRIBULACIÓN

“La entrega perfecta a la Voluntad Divina en tiempos de tribulación nos ayuda a atesorar grandes tesoros para la eternidad” (San Vicente Pallotti).

Normalmente nos resulta fácil cumplir la Volutad de Dios cuando se nos muestra de forma atrayente e incluso trae consigo una alegría natural. En estas circunstancias, la alabanza a Dios brota fácilmente de nuestro corazón.

La cosa se pone más difícil cuando atravesamos una especie de sequedad espiritual y tenemos que hacer actos de nuestra voluntad para ponernos al servicio de la Voluntad de Dios. Esta entrega se torna particularmente meritoria cuando estamos en tiempos de tribulación y no vemos ninguna luz, cuando apenas distinguimos la Voluntad de Dios… Nuestro Padre permite tales pruebas para que crezcamos y maduremos.

En efecto, existe un peligro espiritual si cumplimos la Voluntad de Dios sobre todo cuando nuestros sentidos también participan de buena gana. Por muy bonito que sea hacerlo cuando todo nos resulta fácil, puede suceder que, en este caso, estemos más enfocados en nuestra propia dicha y en nuestros propios sentimientos que en la Voluntad de Dios y en el Padre mismo.

En cambio, cuando cumplimos su Voluntad en tiempos de sequedad o incluso en la tribulación, nuestro amor a Dios se vuelve más desinteresado y puro.

Pensemos en el amor de nuestro Salvador. ¡Con qué pureza resplandece en su oración en Getsemaní, cuando el Señor se entregó por completo a la Voluntad del Padre en aquella hora de su agonía (Mt 26,39-44)! O pensemos en su crucifixión, cuando le pedía al Padre que perdonara a sus verdugos (Lc 23,24).

Entonces, los actos de amor a Dios son particularmente meritorios cuando se los ofrecemos al Padre en tiempos de tribulación. No debemos desaprovechar las oportunidades que Él nos ofrece al permitir dificultades y sufrimientos, cuando éstos se presentan como cruces en nuestro camino.

Si acudimos a nuestro Padre, Él nos dará la fuerza necesaria, y así podremos demostrarle nuestro amor en la tribulación. Entonces podremos recibir aquel consuelo espiritual que también Jesús recibió en su profunda aflicción en Getsemaní: “Entonces se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba” (Lc 22,43).

El hecho de que nuestro Padre permita que nos sobrevengan cruces en nuestra vida es también una muestra de su amor, aunque nos cueste entenderlo. En efecto, tampoco es necesario entenderlo siempre. Basta con entregarnos confiadamente a la Voluntad de Dios. ¡Él hará bien todas las cosas!