CONOCIENDO AL PADRE CELESTIAL (Parte V)

Conocer, honrar y amar al Padre…

¿Cómo no mencionar el incomparable conocimiento del Padre que adquirimos a través de su Hijo? Cada una de las palabras y gestos de Jesús, plasmados en la Escritura o transmitidos por Tradición, da testimonio de nuestro Padre Celestial.

Quien cultiva una relación de amor y confianza con Jesús, se relaciona con el Padre mismo. Quien contempla el Corazón del Salvador, ve al Padre; es más: toma parte en el amor que Jesús le tiene al Padre.

A lo largo de los últimos días, tuve la oportunidad de contemplar el Rostro milagroso del Señor que se formó en la capilla de nuestra comunidad en Alemania. Fue para mí una impresión inolvidable, y una y otra vez tenía que recordármelo a mí mismo: “Estás contemplando el Rostro de Jesús, tal como habrá lucido en la Cruz, porque este Rostro no fue hecho por manos humanas y no está, por tanto, sujeto a la intuición de un artista.”

Cuanto más tiempo permanecía en silencio ante el Rostro del Señor, más podía notar cómo se grababa en mi corazón este Rostro con su mirada al Padre. Aunque en este momento ya no me encuentro en dicho lugar y no puedo, por tanto, seguir recibiendo directamente esta gracia de la presencia visible del Señor, su Rostro ha quedado marcado en mi corazón. Es como si estuviera siempre presente y, a través suyo, también el Rostro del Padre en el Hijo.

Cuando me fijo en mi corazón, lo encuentro ahí.

Estoy consciente de que es un regalo del Señor. Quiero compartirlo, y es por eso que, junto a la meditación de hoy, adjunto un enlace (https://spiritustv.com/watch/the-gaze-at-the-father-la-mirada-al-padre_OhKz4kFxNKPng7f.html y https://spiritustv.com/watch/actualización-sobre-el-rostro-de-jesús-update-on-the-face-of-jesus_xYdPDExSqiKrkxh.html) y una imagen que podéis descargar. Quizá la contemplación de este Rostro del Señor, que se formó milagrosamente en el velo que cubría la cruz, os dé a todos un acceso para estar aún más íntimamente unidos al Padre, puesto que a Él levanta sus ojos Jesús. Y ciertamente también el Padre mira a su Hijo en la hora de su máxima entrega.