“El sufrimiento, considerado en sí mismo, es algo terrible. Pero cuando lo miramos en la Voluntad de Dios, se convierte en amor y dulzura” (San Francisco de Sales).
Aceptar el sufrimiento como venido de las manos de nuestro Padre es una de las lecciones más difíciles que hemos de aprender en nuestro camino de seguimiento de Cristo. No es de extrañar que sea así, puesto que el sufrimiento y la muerte son consecuencias del pecado original y de la pérdida del Paraíso. Sigue resultándonos ajeno y, contemplado en sí mismo, el sufrimiento es algo terrible, como nos dice nuestro actual compañero de camino, San Francisco de Sales.