“Estad convencidos: antes perecerán el cielo y la tierra a que el Señor os pierda de vista, si permanecéis obedientes o al menos estáis decididos a serlo” (San Francisco de Sales).
La invitación de nuestro Padre Celestial a la obediencia constituye una gran alegría espiritual, aun si nuestra naturaleza humana a veces se rebela y se resiste a obedecer por seguir estando apegada a sus propias ideas de felicidad y realización.