VENCEDOR ES QUIEN QUIERA SEGUIR LUCHANDO

“Derrotado es sólo quien pierde el valor. Vencedor es todo el que quiera seguir luchando” (San Francisco de Sales).

Una máxima para este año y para todos los tiempos… Quien confía en nuestro Padre no perderá el valor y, por tanto, tampoco su rumbo fundamental. Los poderes del mal intentan luchar contra el Señor y su Ungido (Sal 2,2), pero sus esfuerzos son vanos. A fin de cuentas, el demonio sólo es el “embaucador embaucado”. ¡Esta es la realidad y debemos interiorizar esta certeza!

En su sabiduría Dios, no nos exime de la lucha contra los tres enemigos de nuestra alma: el mundo, nuestra naturaleza caída y el demonio. Para cada uno de estos combates necesitamos valentía:

  • A las seducciones del mundo, con sus falsas promesas, hemos de renunciar, huir de ellas y vencerlas en el Señor. Hemos de vivir en el mundo de forma correcta, pero no ser de él ni disfrutarlo. Se requiere valentía para decir “no” cuando muchas personas a nuestro alrededor no lo entienden. El Padre nos recompensará, fortaleciendo nuestro valor para no dejarnos contaminar por el mundo.
  • Nuestra naturaleza caída, con sus malas inclinaciones, no es fácil de soportar. Sufriremos dolorosas derrotas y éstas pueden desanimarnos. No obstante, hemos de levantarnos y seguir luchando, aprovechar la ayuda que nos ofrecen los sacramentos, examinar atentamente dónde están nuestros puntos débiles y protegerlos de forma especial. No podemos rendirnos, ni siquiera y mucho menos cuando las derrotas se repiten. ¡Cobremos ánimo, sigamos en el combate! Nuestro Padre estará orgulloso de aquel hijo suyo que no capitule y le concederá la victoria.
  • Al Diablo hay que rechazarlo con determinación. Nuestro Padre se complace en humillar al orgulloso ángel caído a través de sus más pequeñas creaturas. Todos los que se ponen en manos del Señor y confían en Él vencerán con la fuerza de Dios a los poderes rebeldes, y la mujer aplastará la cabeza de la serpiente (Gen 3,15). ¡No podemos dejarnos derrotar por la maldad y la oscuridad de Satanás! Él ya fue vencido en la Cruz, y ahora esta victoria debe concretizarse en toda la tierra. Para ello, hacen falta valientes guerreros, que asuman el combate espiritual.

Nuestro Padre no sólo nos fortalece en la batalla, sino que además nos permite atesorar méritos que podremos llevar con nosotros a la eternidad: “Derrotado es sólo quien pierde el valor. Vencedor es todo el que quiera seguir luchando.”