“TU HOGAR ESTÁ EN MÍ Y EN MÍ SIEMPRE ENCONTRARÁS ALIMENTO”

“Permanece siempre en mí, dondequiera que estés. En mí está tu hogar y en mí siempre encontrarás alimento” (Palabra interior).

¡Esto es lo que nos ofrece el Padre Celestial! En el Evangelio, el Señor nos dice algo similar: “Permaneced en mí y yo en vosotros” (Jn 15,4).

También podemos relacionar estas palabras con lo que sucede en la santa comunión. Al recibir el sagrado Cuerpo del Señor, tiene lugar la unificación visible con Él.

Santa Edith Stein escribía: “Dios, la Santísima Trinidad está en nosotros. Si tan sólo supiéramos edificar dentro de nosotros una celda bien sellada y retirarnos a ella tantas veces como nos sea posible, entonces no nos faltaría nada en ningún lugar del mundo.”

Podemos, pues, retirarnos siempre y en todas partes a nuestro interior, para encontrarnos íntimamente con nuestro Dios, que llena nuestra alma con su presencia. Allí estamos en casa; es decir, que ya no queremos estar en ningún otro lugar. Nuestra alma queda saciada por la presencia del Señor. En efecto, en Dios encontramos ya aquí, en nuestra vida terrena, nuestra morada eterna, en la que podemos adentrarnos al penetrar en el interior de nuestra alma y cuya belleza y gloria se manifestarán plenamente cuando vivamos en la visión beatífica de Dios.

En los tiempos actuales, que tienen un carácter apocalíptico, esta invitación de Dios se torna aún más apremiante. El cierre de las iglesias nos enseñó que incluso podemos vernos privados del acceso al culto público. Entonces se vuelve tanto más importante alimentarnos de la Palabra de Dios y retirarnos al interior de nuestra alma.

El diálogo confiado con nuestro Padre Celestial nos conducirá hasta allí, porque a través suyo se va formando esta “celda interior” y se nos va volviendo natural adentrarnos en ella. Allí nos sentiremos realmente en casa, y entonces podremos cumplir nuestras tareas en este mundo sin abandonar este hogar interior. Y no sólo no las descuidaremos, sino que incluso, estando arraigados en Dios, podremos ofrecer un hogar interior a las personas que están en busca de nuestro Padre. Ellas percibirán lo que significa haber hallado en Dios nuestro hogar, y serán atraídas por el amor del Padre.